Es difícil entender la afición a los toros de alguien que no se emocione con la imagen de arriba: Remendón de Cuadri, acudiendo al épico cite de Tito Sandoval. Porque aquí, más que nada, se ha evidenciado que la suerte de varas que vemos en las plazas, más que un simulacro es una negación. Porque el tercio de varas también se torea de inicio a fin, y como tal, tiene una moralidad que debe preservarse. Porque es un fundamento de la tauromaquia, al basar todo en el pilar ineludible de la bravura verificada del toro, y en el esfuerzo del hombre por honrar con su labor esa bravura.
Lo que vemos las más de las veces en las plazas de hoy, al ser una negación, no constituye un tercio de varas. No es un descabello asegurar que muchos aficionados jóvenes no han visto un tercio de varas real en sus vidas.
El primer elemento de la vara es el toro: su bravura se debe manifestar en los 3 tercios como condición moral. Para Bergamín, y para muchos de nosotros, aquel adagio de "ir de menos a más" se malentiende desde los años 60`s: ir de menos a más no se refiere a la justificación de un buen tercio de muleta pero uno malo de varas; ir de menos a más es sobreponerse al castigo del tercio de varas real; es entonces cuando asistimos a la lidia de un toro bravo, y no uno 'desbravado'. El toro es el elemento primordial del tercio de varas, que ha servido desde muchos siglos atrás para verificar su condición de bravo, pues debe crecerse ante el castigo.
Lo primero entonces es poner al toro en suerte, como cuando se le iguala para estoquearlo. Puesto en suerte, el toro evidencia si fija su atención en la cabalgadura como algo que deba atacar. El picador, con el toro puesto en suerte, también está obligado a torear, que en el toreo del siglo XVII, quería decir "provocar la vara". Torear a caballo es encelar al astado en la cabalgadura mediante un juego de terrenos. La geometría del ruedo implica que la querencia o el chiquero es zona de mansedumbre, y la contraquerencia es zona de bravura. El buen picador, en solo un tendido, encuentra el punto donde el toro arrancará, al sentirse más comprometido con su bravura o su mansedumbre. Mientras lo provoca, ha de encelarlo. Es como el torero del que se aplaude que tenga el toque preciso en el sitio preciso para provocar la embestida del toro en la muleta, lo que es mejor que tocar, pegar zapatillazos y vocear. Las dos rayas son indicadores de terrenos, no obligaciones. El buen picador abandona el cobijo de las tablas, y va hacia los medios.
El toro ha de acudir con alegría, al galope y ciegamente, y debe meter la cara abajo en el encuentro, además de forzar la embestida con sus cuartos traseros, lo que se denomina 'meter riñones'. Es signo de mansedumbre hacer sonar el estribo alzando la cara, dando cornadas o retroceder para embestir nuevamente. El picador, debe lanzar la vara mientras aún ofrece el pecho del caballo, y sostener la vara y al toro antes de que el animal choque contra el peto, cuando ya el picador está ofreciendo el costado. El puyazo ideal es al final de la cruz, en todo lo alto. Incluso Pilarico, el "torero arrepentido" ha dicho que el único sitio donde el toro puede ser herido sin mermar sus facultades es el morrillo. La vara bien puesta, lejos de destruir al toro, lo enardece más. El toro bravo iza sus patas traseras, las deja en suspenso, o también las posa en la tierra y se posa en ellas para romanear.
El público debe exigir tercios de varas dignos en las plazas. Ha de pedir que se ponga al toro en suerte, pues hoy se le hace aterrizar en la cabalgadura. Luego, guardar silencio y ver torear al picador. Se deben censurar las puyas caídas o traseras, pues afectan la movilidad del toro. Se deber aplaudir la buena vara, la carioca justa, y el picador que no bombea, barrena o hace el tinterillo, cosas repugnantes que también deben ser pitadas. Se debe pedir mínimo 2 varas y máximo 3, siendo incluso la 4a o la 5a vara con el regatón, o parte contraria de la pica, donde solo hay madera.
Tras la revolución francesa en la tauromaquia, se cree que el toro entre más lejos esté puesto en suerte en la vara, mejor. En realidad esto solo habla de la buena vista del toro. Ponerlo de lejos es válido si se hace ubicando al animal en toda la querencia o chiqueros. De lo contrario, es jugar. La real verificación de la bravura consiste en cambiar la contraquerencia, como se hizo en Arles este año con el toro Lagarto de Cebada Gago, al que se le cambió la contraquerencia, ubicándola en un lugar distinto al directamente diametral de la querencia, como ocurre en todas las varas. Allí, el toro debía ir al sitio donde se le combatía, pero además, desconociéndolo. Lagarto fue con alegría y la plaza fue un clamor.
La gloriosa imagen de Remendón y Tito, es portadora de todos los valores del tercio: la real bravura del toro, el toreo que no es trampa sino ofrecimiento, la estética goyesca del caballero y el toro, la verdad.