domingo, 4 de agosto de 2013

Montajes animalistas II un perro llora en la tumba de su ama

        

La obsesión de la ideología animalista es lograr el final del maltrato animal. Lo pretenden mediante el mismo mecanismo que creó el animalismo: la piedad, que dicen es producto de la empatía, palabra griega que originalmente fue usada para designar al sentimiento de identificación del coro con la tragedia. Así que si es necesario usar dicha palabra en un sitio, es en el toreo, último vestigio vivo de la tragedia griega. Mas ya sabemos dónde resultan los grandes conceptos: en las cloacas. La empatía de la posmodernidad es hacerse uno con el sentimiento del animal, aunque a veces el animalismo no pueda obviar la condición humana, y es el animal quien debe tener una similitud con el hombre, como si con eso lo tuviéramos que considerar moralmente igual que a un ser humano.

De lo anterior se desprende el Proyecto Gran Simio, que pretende obligar a los estados a declarar derechos a ciertos simios superiores, merced a sus similitudes con el ser humano. De allí, infelizmente, la obsesión por rebajar la condición humana a la condición de la brutalidad. Animal humano y animal no humano, para el animalista, son lo mismo. Por eso, los perros pueden llorar en las tumbas de sus amos incluso con la misma fonación que un humano lloraría a un ser querido: con quejíos, arrojando el cuerpo hacia la fría lápida, alzando el rostro para mirar al cielo en tono interrogativo. Duelo.

Circula entonces un video de un perro que llora en la tumba de su ama, con algunas variables que explican dicha actitud como diaria: el perro va todos los días a la tumba de su ama,doña Gladys. ¿Quién tiene el poco corazón capaz de dudar de semejante e irrefutable muestra de amor animal? ¿Del entendimiento canino sobre la realidad de la muerte, y las dimensiones sentimentales que creemos solo poseer nosotros, los únicos animales que conocemos la muerte, y la rodeamos de rituales? Poco corazón se puede alegar si se duda de este noble perro que sufre y llora la pérdida de su ama, y la logra abstraer en su lápida.

Bien, para empezar, los caninos lloran por aullidos; lo que este perro tiene en realidad es un cuadro asmático, respiración intercostal, y los agravantes de estar en una lápida fría que brilla al estar mojada. El perro, que se ahoga, puede simular para la audición una suerte de sollozo humano, pero es sencillo entender que los perros lloran como perros, y los humanos como humanos. También, no es muy difícil de entender que lo buscado es una homologación, una identificación que nos haga pensar "el perro llora como yo, ergo, es como yo".

Cualquier veterinario puede certificar la patología del animal, y que no se puede confundir un problema respiratorio con un llanto. Aunque, claro está, el muy objetivo Noticiero Animalista dice lo contrario:


Formidable. Con todo, el "acto de pena" nos sigue apareciendo como sospechoso: ¿Acaso el perro SABE que precisamente es esa la tumba de su ama? ¿Cómo? ¿Acaso sabe leer el nombre de Gladys? Olerla, quizá no, pues el cuerpo ha perdido todo rasgo de identidad, estando enterrado, en pleno proceso de descomposición de sus proteínas, lo que torna difícil e imposible para el perro cualquier identificación olfativa. ¿Debemos creer en alguna asunción metafísica? Más allá de la burla, para algunos veganos espirituales, los animales son ángeles reales. Un ángel logra fácilmente identificar el sitio donde su amo muerto reposa, seguramente. En cualquier caso, es necesario atraer la atención sobre la naturaleza de este montaje urdido para ejemplificar la identificación humano-animal: se valieron de un perro enfermo, provocaron un cuadro asmático en él, todo con el loable propósito de hacernos entender que los perros son fieles. Fiel como un amor. ¿Te comerías en un plato la carne estofada de la persona que amas? Por supuesto que no. ¿Entonces por qué hacerlo con el perro, si lo amas también? Nunca lo haría con el perro, no soy chino. ¿Y si no lo haces con el perro, por qué sí lo haces con la vaca o el cerdo? Ya no lo haré, nunca más. ¿Y qué comerá el perro? Carne de otro animal no. Comida para perros hecha por multinacionales que financian a animalistas, como los sin alma que hicieron este montaje.

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En el año 1988 Maníli abría la puerta grande de Las Ventas de Madrid en la corrida de Miura. También nacía yo. Amante de la tauromaquia, el cine, la literatura y el rock. Sigo con obstinada fe la certera evidencia de la frase de Lorca: "Creo que los Toros es la Fiesta más culta que hay en el mundo".