El Tambo, Cauca Colombiano |
También, aquellos intelectuales de inspiración izquierdista, dejan en evidencia la llamada "herida colonial" al hablar del toreo como una imposición, un símbolo de la dominación española en la América, continente que ya se independizó de la metrópoli, pero que cuenta en su haber con este atavismo equivocado, pues piensan que el toreo es algo eminentemente español.
Aquí se ignora muy a la ligera el carácter latino de las corridas de toros. El toreo no es algo eminentemente español, es más, ni siquiera es el país que a nivel institucional tiene un compromiso abierto con la cultura taurina como parte intangible y necesaria del patrimonio cultural de su pueblo, pues tal título se lo lleva Francia, donde el toreo ya es patrimonio, y la antitauromaquia está casi legalmente prohibida.
El toreo hace parte del sincretismo de los pueblos, y por ello se adapta bajo la forma de transcultura a ellos, adquiriendo el color local, las manifestaciones autóctonas, y el sentir de un pueblo específico. Por ello, como colombiano se me haría insufrible presenciar una corrida de toros en México, y al mexicano una corrida española lo deja iniciado en las lides de la lidia: se trata de manifestaciones del culto al toro, que teniendo el mismo molde, adquieren la cultura local como medio de expresión.
¿Se puede pensar entonces que el toreo es una inserción española en medio de una cultura hegemónica americana, y que por ello simboliza la opresión? ¿Se puede pensar que es necesario un proceso decolonial del toreo? Habría que hablar de decolonialismo: las tesis de Mignolo son arbitrarias, pues usan los moldes eurocéntricos y de la cultura europea, para urdir una condena contra Europa misma: el museo, la curaduría, los comisarios, son moldes formales europeos, que el decolonialismo usa para reivindicar el americanismo. ¿No puede suceder exactamente lo mismo en el toreo? De hecho sucede: el rito, el toro, el traje trascendente, los protocolos, el culto, son moldes occidentales que son revividos por la cultura local para reivindicar su carácter autóctono.
Me permito citar ejemplos: la poesía de la negritud por excelencia es la de Aimé Césaire; debo a un compañero de mi peña taurina, el interés por este poeta, cuyos temas son esencialmente "negros", mas sus moldes formales dependen de la lengua francesa (la lengua colonial), los aspectos formales de la poesía francesa (el surrealismo), y el medio francés (las revistas parisinas donde se publicaron inicialmente, como L'Etudiant noir); se puede decir que la expresión de la negritud halla su punto culminante en un producto sincrético, pues está enriquecido por vastas concepciones de dos culturas: la colonial y la colonizada. ¿Quién entonces sataniza la poesía de Césaire como algo que es necesario erradicar, pues recuerda la imposición de la lengua francesa, los medios de Francia, y los estilos de sentir de la metrópoli? ¿Quién puede acusar también a Franz Fanon de reivindicar la opresión colonial, todo por gustar de un producto eminentemente eurocentrista y colonial, además de occidental, como las sonatas de Schubert?
Click. Inmortales versos de Césaire, sobre el no tiempo colonial, la negritud, la expresión. |
Porque el toreo es una cultura que se forma así: es situarse de manera fundamental hacia la vida y la muerte, y por ello reivindica valores universales a través del culto al toro, su cría y su lidia para darle muerte ritual. De este modo el toreo se adecúa a la cultura indígena americana, e incluso a la cultura negra en América, pues no hay que olvidar que los primeros toreros americanos fueron indígenas yafroamericanos, no mestizos, no chapetones, no criollos. ¿Por qué? ¿ Por qué los primeros toreros en Colombia fueron los indios Natagaima y Coyaima, cuya afición es incluso mayor que la del confortable capitalino de hoy? Quizá por la misma razón que Simón Bolívar o San Martín podían ser próceres de la independencia anti española, pero al mismo tiempo ser taurinos. Conocida es la penosa carta con la que Bolívar lamentó la muerte de Pepe Hillo en los ruedos, o su saludo a los Reyes Católicos, quienes presidían una corrida en Madrid: entonces el americano rebelde y los reyes contra quienes levantaba su subversión, se sentaban a ver lidiar toros de una manera pacífica.
México, La Nueva Granada y Río de la Plata (Argentina), fueron virreinatos que patrocinaron o financiaron sus procesos de independencia con corridas de toros. Colombia es libre gracias a una corrida de toros en la que se cobró medio real la entrada, y que financió la ofensiva final del ejército libertador. Tras la independencia, el toreo siguió formando un sincretismo de la cultura popular:
Pablo Rodríguez Jiménez LA FIESTA DE TOROS EN COLOMBIA
SIGLOS XVI-XIX*
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De aquí se desprende que el toreo es la cultura ancestral occidental más poderosa, razón por la que ha sobrevivido siempre a los polos de poder que la detestan: Iglesia Católica, reyes progresistas, papas, animalistas listos, gobiernos oportunistas, la recua social que va por moda y solo moda, y últimamente aquellos izquierdistas americanos que no entienden una cosa sencilla: precisamente la defensa de la cultura autóctona en contra de la monocultura de la globalización y el "imperio", pasa por reivindicar nuestro carácter de pueblos sincréticos, y no anglosajones. No somos totalmente indígenas, afroamericanos, mestizos o caucásicos, pero algunos sí somos taurinos, y el toreo es nuestra cultura, la de los taurinos, si es que esto no es tautológico. ¿Elitista una cultura cuya máxima expresión es la ciudad, pero también el campo y la gente del pueblo? ¿Españolizante la forma más vigente de sincretismo cultural?
Por ello, esas acusaciones de "elitismo" y "españolismo" disuenan, sobre todo cuando uno se ve saliendo a las 8 de la noche de un pueblo lejano en la cordillera colombiana, hasta donde peregrinó para ver tauromaquia. Entonces se es uno con el pueblo de siempre, y se dice olé con ellos, palabra que por cierto no es española.
De este excelente blog mexicano una imagen que vale más que mil estudios decoloniales |