miércoles, 4 de septiembre de 2013

El toreo es rito más que arte



El director de Mundotoro emitió una columna en su portal que resulta menos que inaudita. En suma, aboga por una suerte de "adecuación" de la tauromaquia en tiempos actuales, arguyendo que debemos plantearnos la supresión de la muerte del toro en el ruedo. Lo hace para justificar un controvertido indulto de Talavante en Mérida, que se suma al rosario de indultos de toros no aptos para padrear según los cánones clásicos de la lidia. Él refiere con poca fortuna que el toreo ha debido someterse a las presiones sociales, nombrando la inclusión del peto en el caballo de picar. En un alarde de ignorancia histórica, el director del Mundotoro pasa de largo que el peto del caballo del picador no es una imposición del estado español, sino un invento francés cuyos antecedentes pueden rastrearse hasta 1888 en Nimes. Es evidente que la tauromaquia no trata sobre la muerte de caballos. Sin embargo, siendo el tema LOS TOROS, debería ser de justo recibo que el señor director de Mundotoro dejara de publicar noticias relacionadas con ritos taurinos donde mueren toros. Naturalmente uno agradece no tener noticia de un 'julipie', pero el aficionado debe ir más allá: se debe cerrar filas en torno a la dignidad de la muerte del toro. Quien pretenda herir esa dignidad del sacrificio, esa justificación del rito, debe ser considerado como antitaurino.

Juzgando que es mejor dejar hablar a un experto, quisiera responder al director de Mundotoro con este escrito del antropólogo Manuel Delgado Ruiz, cuyo título debería repasarse muchas veces, de ser necesario; quisiera también presentar una edición arbitraria del texto original, en parte para simplificar la comprensión del mismo a personas como el director de Mundotoro:

EL TOREO COMO ARTE, O COMO SE DESACTIVA UN RITO
Manuel Delgado

"Hará un par de años me dirigí a Carmen Llorca, en aquel momento una de las representantes españolas en la comisión del Parlamento Europeo que debía pronunciarse sobre las corridas de toros, con el fin de conocer cuál iba a ser su postura en relación con la polémica. Muy atentamente, la Sra. Llorca me contestó tranquilizándome acerca de su posición a la hora de defender la Fiesta de los Toros, cuyos valores “artisticos” la hacían merecedora del respeto y la admiración de todos los europeos. En cambio, me matizaba con gran severidad, que no iba a ser lo mismo por lo que hacía a las “salvajes” fiestas tradicionales que se celebraban en algunos “pueblos”españoles y que básicamente consistían en “martirizar” públicamente a los animales, “sin que estuvieran dichas fiestas sometidas a normativas de ningún tipo”. En este último caso, la actitud a mantener no podría ser sino de denuncia, en orden a su supresión definitiva."


Lo estético o la desactivación del rito.

"Decir que el rito de los toros, y en particular la corrida, es un “arte” es decir que existe de acuerdo a una brumosa necesidad de “irracionalidad” de “magia” ( ?), de “poesía”( ?), de “exigencia insaciable de formas bellas...”, etc. Decir que la muerte de toros en público, bajo la presencia hegemónica de la comunidad, sólo es legítima, dentro de su sinsentido, en el caso de la Fiesta Nacional, responde no sólo a una inexactitud técnica, cual es la de no reconocer que todas las fiestas con toros pertenecen a un mismo campo semántico, sino ante todo al interés por desactivar la razón que los ha venido justificando acaso desde hace milenios ante quienes los protagonizaban a años luz de la “sensibilidad” de nuestros artistas e intelectuales.

En las fiestas de toros, en todas, lo que hay es una modalidad de acción social y la manifestación de una concreta ideología cultural. Es esa acción social y esa ideología cultural la que el poder político y religioso han acosado permanentemente. Primero, intentando acabar con los ritos de violencia pública en los que esta forma de organizar lo real impartía sus instrucciones. Luego, ante la resistencia opuesta por el sistema a esa lobotomía que significaba la amputación de una parte de sus mecanismos de representación, iniciando un proceso de domesticación que culminaría en la invención de la Fiesta Nacional,  artilugio ritual mediante el que se intentó que las gentes ordinarias abandonaran el ejercicio público de la inmolación de toros en plazas y calles, y, por fin, se sentaran y se callaran, para ser testimonios hasta donde fuera posible pasivos, de un “espectáculo” de pretensiones “artísticas”."


"Los ritos sirven para que los pueblos estructuren su convivencia y para que en ellos depositen su forma de ser, su identidad y los códigos secretos que rige las relaciones en su seno. El arte sirve para el placer estético de quien lo contempla. Cuando una cultura someta a otra, permite que sobreviva su arte, a lo que nosotros llamaríamos tal, pero lo primero que cuida es de la destrucción de sus ritos, sin los que aquella cultura automáticamente deja de existir."


"Así pues, decir toro en España es decir rito, puesto que el toro bravo, o sus sucedáneos, existe y es mantenido como especie exclusivamente con fines rituales. Decir que el lugar del toro es el rito vale por decir que su tratamiento por parte de la comunidad social sólo puede producirse en el marco de actos o secuencias de actos simbólicos, altamente pautados, repetitivos en concordancia con ciertas circustancias, en este caso vinculadas a la religiosidad católica tradicional, en relación con las cuales tiene carácter obligatorio, y de cuya ejecución se derivan consecuencias que, total o parcialmente, son también de orden simbólico."


"Esto significa que se detecta que el toro es un animal sagrado, y cuando digo sagrado lo hago en el sentido durkheimniano de separado, especial... Decir que el toro es sagrado en las culturas ibéricas significa, no únicamente que su uso aparece sistemáticamente asociado a la práctica del catolicismo y con frecuencia dependiendo del culto mariano, sino, en un sentido más amplio, que su irrupción en la vida social no puede producirse de cualquier modo y que, por contra, la colectividad sólo parece poder relacionarse con él en términos rituales."

"Pero, a pesar de la aparente unanimidad a la hora de dar como buena una división de los ritos taurinos en función de criterios basados en la existencia o no de “norma” o “estética”, cabe desconfiar muy seriamente no sólo de su pertinencia en orden a clarificar el sentido de ese enigmático paisaje cultural que son las taurolatrías, sino en orden a pensar, en que la concepción a la que obedece sea inocente. Ha lugar a preguntarse, y aquí se intentará introducir los principios de una respuesta, en qué dirección se produce y con qué fines la invención de la tauromaquia como presunto “arte”, precisamente para designar una formalización ritual cuyo único destino sea, precisamente por tal tipificación, el de resultar estetizante, es decir, el de generar belleza. No hay que olvidar, en ese sentido, que la aplicación del valor “arte” implica asimilar la tauromaquia a una entidad productora de formas cuya característica fundamental es la de no ser funcionales y carecer de una operatividad que no sea estríctamente la que pueda producirse, en el ámbito de las emociones individuales, como consecuencia de la percepción fenomenal de lo que el gusto dominante categorice como “hermoso”.

"El peligro que amenaza el universo simbólico del toro no es principalmente el de quienes quieren suprimirlo, sino el de quienes quieren convencernos de que el toreo es un “arte”, y sólo por serlo merece sobrevivir. Secuestrado su sentido social, aceptable por inofensivo juego de belleza, la corrida convencional, la única que les merece el indulto, gozará de la vida cuando ya haga quién sabe cuanto que el mundo de que hablaba y que por ella hablaba haya sido suprimido."








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En el año 1988 Maníli abría la puerta grande de Las Ventas de Madrid en la corrida de Miura. También nacía yo. Amante de la tauromaquia, el cine, la literatura y el rock. Sigo con obstinada fe la certera evidencia de la frase de Lorca: "Creo que los Toros es la Fiesta más culta que hay en el mundo".