Sra. Silvia Barquero, presidenta del Partido antitaurino contra el maltrato animal, Pacma:
Cuando usted proclamó ante la prensa el inicio de la "cacería" contra el rito del Toro de la Vega en 2015, unió la frase a una declaración sobre el tiempo que PACMA llevaba actuando contra esta práctica: 10 años. Este, en particular, se presentó entonces como un aniversario redondo, saludado por una prensa cada vez más enconada contra el rito, esta vez calificado directamente como "bárbaro" en medio de un linchamiento mediático sin precedentes. Contra él se fletaron buses gratuitos para acumular manifestantes en Madrid y Tordesillas, mientras un inusual fenómeno de redes sociales exponía las peores xenofobias dirigidas a todos los habitantes de la pequeña población que acoge el Toro de la Vega.
Pero finalizado el torneo, muerto Rompesuelas, idos los torneantes y los activistas, usted deja de figurar en la prensa hasta el día de ayer, cuando se mostrara frente a Enrique Ponce en un formato de tertulia-debate sobre las corridas de toros publicado en la versión dominical de El Mundo.
Su silencio de varias semanas, ese paréntesis al parecer inocuo, no debe dejarnos indiferentes frente a lo que ocurrió entre el alanceamiento de Rompesuelas y la entrevista con el torero de Chivas. En su silencio, miles de caprinos y ovinos serían decapitados en el Eid al Adha, el rito musulmán cuya celebración sucede al central Ramadán para afianzar el pacto entre Dios y los hombres. Corderos, ovejas, reses lanares y demás, perecen degolladas en nombre de la salvación de Ismael, rescatado por un ángel en el último momento cuando Abraham, su padre, se disponía a sacrificarlo para demostrar su total sumisión a Dios. Para occidente esta historia no es desconocida, salvo que en el cristianismo Ismael recibe el nombre de Isaac. En ambos casos, el islámico y el cristiano, el episodio sagrado supone la piedra central misma del pacto entre Dios y sus hijos, es decir, el fundamento histórico de la religión. No es cualquier cosa.
En todo caso esto a usted le resulta desesperadamente indiferente. El animalismo es una teoría que solo funciona en relación a sí misma, sin considerar todas las vertientes culturales, religiosas o antropológicas que explican el sacrificio de los animales. Para usted, lo mismo que para miles de veganos, los matices referidos no son más que excusas de un relato general que trata sobre el sadismo contra los animales.
¿Cómo explicar entonces el silencio suyo y el de PACMA frente al sacrificio de miles de corderos en un solo día, mientras pudieron extender una potente campaña contra la muerte de un solo toro en un pequeño pueblo de España? Esta pregunta es pertinente a la luz de un hecho que al parecer usted ha omitido, no sé si por deliberación o ignorancia: el Eid al Adha sucede en España, tan cerca y lejos de Madrid como Tordesillas. Apenas semanas después y frente a su vergonzante silencio, las familias compuestas por el millón de musulmanes que habitan en España decapitarían tal cantidad de animales hasta teñir de sangre casi fluorescente los patios de las mezquitas nacionales. ¿Qué distingue a estos animales del Toro de la Vega, como para no emprender por ellos la campaña que llenaría a España de buses gratuitos, vídeos institucionales, prensa y redes sociales, acoso al PSOE, foros, debates, y cualquier cosa que supusiera la ocupación de espacios contra el Toro de la Vega o el Cordero de la Mezquita? ¿Por qué las corridas de toros son incluso motivo de su nombre, mientras los corderos, ovejas y hasta camellos son obviados sin más? Acaso pueda verlos usted misma:
Usted se presentó a sí misma en El Mundo como "la activista que de niña sacaba a los insectos de los charcos con un palito". Ante semejante simplificación de su empatía, capaz de conmiseración incluso con formas tan primarias como los insectos, se hace aún más oscura la pregunta sobre el silencio de PACMA frente al rito del Eid al Adha. ¿Acaso es temor por la violencia yihadista, por supuesto en despecho del supuesto heroísmo con el que los animalistas se muestran ante la opinión pública? ("Daría hasta mi vida por la lucha de Liberación animal, dijo alguien en Behind the mask). ¿Por qué no hay manifestaciones frente a las mezquitas como sí las hay frente a las plazas de toros, incluso en festejos donde no se sacrifican reses? ¿Temen unas condenas de las ciencias sociales, por ensañarse contra una minoría religiosa en pleno debate sobre los refugiados, las identidades nacionales y el multiculturalismo? De ser así, ¿por qué no hubo tampoco nada de su parte el año pasado, cuando el debate de los refugiados estaba oculto?
Y más urgentemente: ¿Por qué no hubo una sola protesta, ni siquiera verbal, por el sacrificio de miles de caprinos y ovinos, si el animalismo consiste en la consideración moral de todo animal con sintiencia? ¿No experimentan placer o dolor los animales muertos en el Eid al Adha? ¿No concurren aquí las acusaciones contra la tauromaquia, como la muerte de un ser en estado de indefensión?
Contra la tauromaquia exigen la abolición. Contra el rito musulman, "extremar vigilancia", declaración facilista, sin compromiso de activismo |
A todo esto debe volverse unos cuántos párrafos atrás, al momento donde el veganismo declara inválidos todos los matices que justifican el sacrificio animal, al solo entender la relación entre el hombre y los animales como ética. También sobre el heroísmo de los animalistas, esos seres evolucionados que se oponen a los azarosos peligros de la "amenaza taurina" en su contra; frente a los "bárbaros medievales" de Tordesillas, los muyahidínes modernos suponen una ventaja. Incluso hay que volver sobre la tesis de Houellebecq sobre el falso tratamiento de los musulmanes como ciudadanos de segunda, dignos de lástima sociológica y a los que se les permiten sus costumbres como un exceso de pintoresquismo. No protestar contra la decapitación de corderos es negar la inclusión de los musulmanes el consenso y el disenso multicultural, entre otras cosas.
¿Qué queda, señora Barquero?
Es decir, no hay ninguna razón para que usted y el partido político que dirige, omitan la denuncia contra el sacrificio de corderos en las mezquitas españolas, sin que esa omisión signifique al mismo tiempo la negación total de su propio discurso animalista. Al parecer hay "maltrato animal" rentable para el movimiento vegano: un toro en Tordesillas posee más peso específico que miles de corderos. Cualquiera puede ver que este cálculo es demencial desde el punto de vista moral, aunque para efectos del activismo vegano intentar impedir el alanceamiento del Toro de la Vega supuso la comisión de recursos cuantiosos a todos los niveles. Porque señora Barquero, ustedes no luchan "por los animales", en plural general, sino por los animales que les supongan ganancias directas en su capital político y económico. Esto, como comprenderá, no tiene nada que ver con el animalismo real, si es que tal entelequia existe.
Porque además nos obliga usted a llegar hasta ciertas conclusiones: el activismo antitaurino es un negocio, no una profunda convicción moral; de serlo, se protestaría más alto por el sacrificio de un cordero amarrado que por la muerte de un poderoso toro de media tonelada. PACMA no es un partido contra el maltrato animal: es un partido político, a secas, con toda la carga de interés e indignidad que ello acarrea. Las víctimas del sacrificio, ocultas pese a lo escandaloso de su sangre, no le importaron ya ni a usted ni a PACMA.
En este punto, alumbrados por la incoherencia animalista, por el vergonzante silencio institucional y el olor de la conveniencia, el falso heroísmo, el toro como víctima equivocada en el mundo general del animalismo, resuena una pregunta final: ¿Cuándo van a encadenarse en los patios de las mezquitas para boicotear el sacrificio del cordero?