lunes, 28 de septiembre de 2015

Preguntas para Silvia Barquero



Sra. Silvia Barquero, presidenta del Partido antitaurino contra el maltrato animal, Pacma:

Cuando usted proclamó ante la prensa el inicio de la "cacería" contra el rito del Toro de la Vega en 2015, unió la frase a una declaración sobre el tiempo que PACMA llevaba actuando contra esta práctica: 10 años. Este, en particular, se presentó entonces como un aniversario redondo, saludado por una prensa cada vez más enconada contra el rito, esta vez calificado directamente como "bárbaro" en medio de un linchamiento mediático sin precedentes. Contra él se fletaron buses gratuitos para acumular manifestantes en Madrid y Tordesillas, mientras un inusual fenómeno de redes sociales exponía las peores xenofobias dirigidas a todos los habitantes de la pequeña población que acoge el Toro de la Vega.

Pero finalizado el torneo, muerto Rompesuelas, idos los torneantes y los activistas, usted deja de figurar en la prensa hasta el día de ayer, cuando se mostrara frente a Enrique Ponce en un formato de tertulia-debate sobre las corridas de toros publicado en la versión dominical de El Mundo.

Su silencio de varias semanas, ese paréntesis al parecer inocuo, no debe dejarnos indiferentes frente a lo que ocurrió entre el alanceamiento de Rompesuelas y la entrevista con el torero de Chivas. En su silencio, miles de caprinos y ovinos serían decapitados en el Eid al Adha, el rito musulmán cuya celebración sucede al central Ramadán para afianzar el pacto entre Dios y los hombres. Corderos, ovejas, reses lanares y demás, perecen degolladas en nombre de la salvación de Ismael, rescatado por un ángel en el último momento cuando Abraham, su padre, se disponía a sacrificarlo para demostrar su total sumisión a Dios. Para occidente esta historia no es desconocida, salvo que en el cristianismo Ismael recibe el nombre de Isaac. En ambos casos, el islámico y el cristiano, el episodio sagrado supone la piedra central misma del pacto entre Dios y sus hijos, es decir, el fundamento histórico de la religión. No es cualquier cosa.

En todo caso esto a usted le resulta desesperadamente indiferente. El animalismo es una teoría que solo funciona en relación a sí misma, sin considerar todas las vertientes culturales, religiosas o antropológicas que explican el sacrificio de los animales. Para usted, lo mismo que para miles de veganos, los matices referidos no son más que excusas de un relato general que trata sobre el sadismo contra los animales.

¿Cómo explicar entonces el silencio suyo y el de PACMA frente al sacrificio de miles de corderos en un solo día, mientras pudieron extender una potente campaña contra la muerte de un solo toro en un pequeño pueblo de España? Esta pregunta es pertinente a la luz de un hecho que al parecer usted ha omitido, no sé si por deliberación o ignorancia: el Eid al Adha sucede en España, tan cerca y lejos de Madrid como Tordesillas. Apenas semanas después y frente a su vergonzante silencio, las familias compuestas por el millón de musulmanes que habitan en España decapitarían tal cantidad de animales hasta teñir de sangre casi fluorescente los patios de las mezquitas nacionales. ¿Qué distingue a estos animales del Toro de la Vega, como para no emprender por ellos la campaña que llenaría a España de buses gratuitos, vídeos institucionales, prensa y redes sociales, acoso al PSOE, foros, debates, y cualquier cosa que supusiera la ocupación de espacios contra el Toro de la Vega o el Cordero de la Mezquita? ¿Por qué las corridas de toros son incluso motivo de su nombre, mientras los corderos, ovejas y hasta camellos son obviados sin más? Acaso pueda verlos usted misma:



Usted se presentó a sí misma en El Mundo como "la activista que de niña sacaba a los insectos de los charcos con un palito". Ante semejante simplificación de su empatía, capaz de conmiseración incluso con formas tan primarias como los insectos, se hace aún más oscura la pregunta sobre el silencio de PACMA frente al rito del Eid al Adha. ¿Acaso es temor por la violencia yihadista, por supuesto en despecho del supuesto heroísmo con el que los animalistas se muestran ante la opinión pública? ("Daría hasta mi vida por la lucha de Liberación animal, dijo alguien en Behind the mask). ¿Por qué no hay manifestaciones frente a las mezquitas como sí las hay frente a las plazas de toros, incluso en festejos donde no se sacrifican reses? ¿Temen unas condenas de las ciencias sociales, por ensañarse contra una minoría religiosa en pleno debate sobre los refugiados, las identidades nacionales y el multiculturalismo? De ser así, ¿por qué no hubo tampoco nada de su parte el año pasado, cuando el debate de los refugiados estaba oculto?
Y más urgentemente:  ¿Por qué no hubo una sola protesta, ni siquiera verbal, por el sacrificio de miles de caprinos y ovinos, si el animalismo consiste en la consideración moral de todo animal con sintiencia? ¿No experimentan placer o dolor los animales muertos en el Eid al Adha? ¿No concurren aquí las acusaciones contra la tauromaquia, como la muerte de un ser en estado de indefensión?

Contra la tauromaquia exigen la abolición. Contra el rito musulman, "extremar vigilancia", declaración facilista, sin compromiso de activismo

A todo esto debe volverse unos cuántos párrafos atrás, al momento donde el veganismo declara inválidos todos los matices que justifican el sacrificio animal, al solo entender la relación entre el hombre y los animales como ética. También sobre el heroísmo de los animalistas, esos seres evolucionados que se oponen a los azarosos peligros de la "amenaza taurina" en su contra; frente a los "bárbaros medievales" de Tordesillas, los muyahidínes modernos suponen una ventaja. Incluso hay que volver sobre la tesis de Houellebecq sobre el falso tratamiento de los musulmanes como ciudadanos de segunda, dignos de lástima sociológica y a los que se les permiten sus costumbres como un exceso de pintoresquismo. No protestar contra la decapitación de corderos es negar la inclusión de los musulmanes el consenso y el disenso multicultural, entre otras cosas.
 ¿Qué queda, señora Barquero?

Es decir, no hay ninguna razón para que usted y el partido político que dirige, omitan la denuncia contra el sacrificio de corderos en las mezquitas españolas, sin que esa omisión signifique al mismo tiempo la negación total de su propio discurso animalista. Al parecer hay "maltrato animal" rentable para el movimiento vegano: un toro en Tordesillas posee más peso específico que miles de corderos. Cualquiera puede ver que este cálculo es demencial desde el punto de vista moral, aunque para efectos del activismo vegano intentar impedir el alanceamiento del Toro de la Vega supuso la comisión de recursos cuantiosos a todos los niveles. Porque señora Barquero, ustedes no luchan "por los animales", en plural general, sino por los animales que les supongan ganancias directas en su capital político y económico. Esto, como comprenderá, no tiene nada que ver con el animalismo real, si es que tal entelequia existe.
Porque además nos obliga usted a llegar hasta ciertas conclusiones: el activismo antitaurino es un negocio, no una profunda convicción moral; de serlo, se protestaría más alto por el sacrificio de un cordero amarrado que por la muerte de un poderoso toro de media tonelada. PACMA no es un partido contra el maltrato animal: es un partido político, a secas, con toda la carga de interés e indignidad que ello acarrea. Las víctimas del sacrificio, ocultas pese a lo escandaloso de su sangre, no le importaron ya ni a usted ni a PACMA.


En este punto, alumbrados por la incoherencia animalista, por el vergonzante silencio institucional y el olor de la conveniencia, el falso heroísmo, el toro como víctima equivocada en el mundo general del animalismo, resuena una pregunta final: ¿Cuándo van a encadenarse en los patios de las mezquitas para boicotear el sacrificio del cordero?

martes, 15 de septiembre de 2015

Animalistas huyen al ver un toro



Unos 40 animalistas se interponen en la trayectoria del encierro. Confían en que el toro es indefenso, como tanto mascan una y otra vez en sus quejas. Si el toro resulta indefenso es obvio que el combate en su contra es una tortura. Si el toro es indefenso, desde luego que lidiarlo es una degradación moral. Si el toro es indefenso, deberíamos someterlo a la Ética del cuidado, que acoge a los seres que necesitan ser protegidos;...llegados a este punto, Rompesuelas, toro del Conde de la Corte, 640 kilos y pezuña recia, se planta a unos 20 metros de distancia frente a ellos. Es el toro más poderoso de la tauromaquia. Como decía Verdeguer, cada año se lidian 6.000 toros en España, pero solo uno puede ser el Toro de la Vega. Al verlo, como en un viejo relato griego sobre el Pánico, los animalistas huyen en desbandada  entre gritos y empujones. Una mujer cae al suelo sin que nadie la ayude. Los demás llegan a las talanqueras, en otros pueblos desatornilladas por animalistas que buscan ocasionar percances. Todos diluyen el tapón que formaron con sus propios cuerpos para impedir la realización del Torneo.



           

(El vídeo del Diario de Valladolid muestra el paso del toro. Pueden verlo dando clic aquí)


Algo se rompe en el relato animalista con estas imágenes. Incluso su propio heroísmo, con sus cuerpos puestos en medio del encierro, deja de ser tal y se convierte en una ridícula caricatura del miedo. Quizá en el momento en el que corrían hacia las talanqueras para ponerse a salvo, ellos hayan sentido algo del miedo primigenio del hombre cuando se puso ante las astas y creó la tauromaquia. Él fue hacia adelante, pero ellos huyeron hacia atrás, como las especies menores.
Momentos antes, otro animalista se había encadenado en la vía. Al conocer que el toro ya estaba suelto por el recorrido, él mugió de miedo con una voz quebrada, ante todas las cámaras de televisión que lo grababan en directo. "Esto es un intento de asesinato".

Así que los dudosos defensores del animal conocen empíricamente que el toro da miedo, que ante él se siente temor y no misericordia, y que puede matar. Constataron que la mitad de su ideología antitaurina se basa en supuestos de ensañamiento contra un animal que en realidad no existe.

La valentía es un valor positivo, y es lo que se cultiva en todos los festejos donde hombres y mujeres se ponen delante de las astas de un poderoso animal para torearlo. El trabajo de campo de estos animalistas en Tordesillas es una grandiosa contramuestra de lo dicho.

(Post data: si se quiere tener una visión veraz de lo que supone el rito del Toro de la Vega, recomiendo vivamente el texto del filósofo Martín Arias, El Toro de la Vega, Fiesta e ideología, que puede leerse en este link).
O bien aquí:  https://dl.dropboxusercontent.com/u/60156832/numeros_revista/Trama_y_Fondo_27.pdf


martes, 8 de septiembre de 2015

"No duele, ¡Es arte!"


Los antitaurinos recuerdan a los inquisidores, si es que no son su versión posmoderna: mientras creen ser portadores de la luz moral en un mundo corrupto, en realidad son capaces de las peores violencias, siempre en nombre de esa alta moralidad que pretenden imponernos.

Sirva un ejemplo: cada vez que un torero es corneado, no solo hay que aguantar el desfile de peores deseos contra el matador por parte de los antitaurinos. Su contradicción incluso les alcanza para el atrevimiento de ironizar.

Pero para el ejercicio de la ironía, decía Joyce, era necesario el concurso de la inteligencia: la ironía es una burla fina, sabia; provoca hilaridad antes que contradicción, y se caracteriza por el buen gusto. Todo esto no es común denominador de los antis.

Empecemos por algo: nos inclinamos a pensar que hay una brutal contradicción entre enunciar que el toro es un animal indefenso, pero a su vez celebrar las cornadas como si se trataran de goles en la final de un mundial. En cuanto un torero cae en el ruedo y la prensa amarillista prepara las fauces de buitre para explotar la noticia, los animalistas, veganos, antitaurinos, pacíficos habilis y demás fauna de la moral, dejan deslizar expresiones como "ojalá se muera", "denle el rabo y las orejas al toro", "ojalá sufra algo antes de morir" y, nuestro tema, "no le duele, es arte". ¿Pero cómo un animal indefenso puede herir al despiadado torero que lo atormenta, si ser indefenso consiste precisamente en la incapacidad de defensa? Es una pregunta tan difícil de responder como inquirir qué haría un toro con las orejas del torero, al carecer el bóvido de pulgar retráctil para coger nada, y mucho menos simpatía por la carne, al ser un herbívoro. Mientras el ser humano perdió su rabo al convertirse en Sapiens y bípedo hace 300.000 años, los antis siguen pidiendo que se le corte una extremidad vertebral al torero de la que hasta ellos mismos carecen.


En todo caso, la expresión "no le duele, es arte", es en realidad una inconsecuencia.

Los taurinos no creemos que la categoría de arte en el toreo enerve la capacidad de sentir dolor y placer en el toro, es decir, su sintiencia.
El toreo es arte porque supone la trágica coreografía entre un hombre y el toro, animal totémico y referencia central de un sistema de pensamiento muy antiguo. Quien no crea que el toreo sea dicha coreografía, vea este vídeo.

El toreo es un arte, aunque a veces no haya danza. También en él concurre el desgarro épico de las tragedias. Por ejemplo, la hazaña heroica del torero ante un astado ejemplarmente complejo y peligroso, produce una emoción estética a la que Valle-Inclán igualaba con el arte trágico.

Bajo el influjo de Nietzsche en su Origen de la tragedia, obra que revivió los estudios clásicos sobre Grecia, Valle- Inclán decía que Juan Belmonte al torear se transfiguraba en Apolo.

El toreo, decía José Bergamín, es un arte que debe verse de frente. La frialdad de los televisores dará una aproximación, pero nunca la experiencia. El arte, cualquier arte, se experimenta. Por eso existen los museos por encima de los catálogos.

Que el toreo sea arte no significa que supongamos el "indolorismo" del toro. Que se dance o se asista a una epopeya heroica en el ruedo, son datos estéticos, no morales ni mucho menos fisiológicos.



Los cordados, vertebrados, mamíferos y demás seres incluidos en dicho taxón, sienten. El toro de lidia y el hombre sienten, pero igualar su sintiencia como lo hace la imagen de arriba, es cosa de brutos.

Si el ser humano sintiera igual que un toro, tendría también sus hormonas. El sistema nervioso central no solo se compone por la capacidad de sufrir,como es el sueño de la piadosa ideología animalista. También lo hace de reflejos, condicionamientos y reacciones, todas determinadas a nivel hormonal. Igualar el sistema nervioso central de un humano con el de un toro, es, cuando menos, básico bestialismo.

Una vieja paradoja de la ética dice que el hombre no sabe nada sobre murciélagos. Ni porque se pusiera en sus zapatos, podría obtener el caudal hormonal, mental, consciente y físico, para conocer mínimamente lo que siente un murciélago al volar por los cielos en una noche con lluvia.

Si un antitaurino siente como un toro, está renunciando a varios millones de años de evolución y diferenciación. Cabría suponer que su sistema límbico es bastante primitivo para procesar algunas cosas: desde una misa de Bach hasta la sensación de un insulto expresado por la boca de otra persona. Sus reacciones hormonales al oler cualquier hembra en celo, también estaría condicionada por goteos constantes, entumecimiento de la entrepierna y apagón de las funciones neurológicas en la mitad de su cerebro. Como si estuviera comentando cornadas, exactamente.

Las hipofisiarias y adrenales de un bovino hacen que la experiencia del dolor en él diste de la nuestra. De hecho, cada reacción y sensación es distinta para cada especie.



Si los taurinos creemos que el toro reacciona a los estímulos doloros emitiendo betaendorfinas analgésicas, podríamos decir que el ser humano tiene un mecanismo similar en la emisión de adrenalina para impedir su colapso en situaciones extremas, como las largas caídas. Esta es la raíz de los deportes extremos.
Sin embargo, el toreo no es un deporte, y las hormonas humanas, como el mismo hombre, son incomprables.

El toreo es arte porque es arte, no porque al toro no le duela. Y al toro no le duele porque el toreo sea arte, sino porque lo dicen incontables estudios científicos cuya conclusión deriva en reconocer que el toro desarrolla una constante agresividad en el ruedo, aupado en la reacción hormonal que se desencadena ante los estímulos invasivos. Sin sus embestidas, no existiría el toreo. Sin su peligro ofensivo, no existirían las cornadas.

Por ejemplo, una frase cualquiera de dichos estudios, en los que la palabra Arte está ausente:

"La raza del toro de lidia es una raza autóctona española con unas características que la hacen distinta a otras razas bovinas (...)  Por ello, nos hemos planteado el estudio de diferentes parámetros hormonales durante la lidia, para valorar la respuesta que tiene el ganado bravo ante el estrés y el intenso ejercicio físico que supone la lidia. Para la determinación de las concentraciones hormonales se utilizó la técnica enzimunoenzimática EIA de competición en el caso de las hormonas cortisol, coritcosterona, testosterona, 17-beta estradiol, androstenodiona, triiodotironina y tiroxina. Para la hormona estimulante del tiroides se empleó el sistema EIA Sandwich. Tanto los toros como los novillos se clasificaron en tres grupos: campo, rechazo y lidiado.(...) A la vista de los resultados obtendios se observa que la lidia provoca un aumento significativo de las concentraciones de cortisol y de corticosterona, tanto en novillos como en toros. Respecto a las hormonas gonadales, la lidia completa también produce un incremento en los niveles de testosterona y de 17-beta estradiol en novillos y en toros; y de androstenodiona en los toros. En el caso de las hormonas tiroideas, los valores plasmáticos de T3 y T4 tienden a incrementarse con la lidia. La TSH aumenta durante la corrida en el caso de los novillos, y en el caso de los toros el incremento no llega a ser estadísticamente significativo. ".

Ramón Esteban Gavín, un científico español, presentó en 2002 un estudio a propósito de la Influencia de la lidia sobre los perfiles hormonales plasmáticos en el ganado bravo. De hecho, le llamó así a su trabajo.

La meta-encefalina bloquea receptores de dolor y crea un concepto físico llamado Umbral del dolor, presente en cada especie. El del toro, condicionado por siglos de evolución, sería un Umbral del dolor adaptado para la lucha en el campo y la plaza.
¿Acaso figura en lado alguno la tolda del arte? Aquí tampoco:

"Otra parte de nuestro estudio fue intentar conocer el umbral de percepción del dolor mediante la medición de los niveles de betaendorfinas en toros y novillos. La betaendorfina es un opiáceo endógeno y la hormona encargada de bloquear los receptores de dolor (nociceptores) en el sitio donde éste se está produciendo, hasta que llega un momento que se deja de sentir dolor".

(Fuente: http://revistas.ucm.es/index.php/RCCV/article/viewFile/RCCV0707330001A/22583)

Los umbrales de dolor, como los sistemas comunicativos o las funciones neuronales, son distintos para cada especie. A los toros no le duelen las cornadas de sus hermanos (pueden seguir luchando en el mismo sitio hasta que el otro toro pierda la batalla), pero al torero sí. Entiéndase a la luz de lo arriba expuesto.


Es evidente que al torero sí le duelen las cornadas. Por eso el toreo es un ejercicio para valientes, por más que se empeñen otros en negarlo. Sin ese valor, sin esa suficiencia para actuar, esquivar y danzar con un animal que produce cornadas tan grandes como el regocijo anti, no existiría el arte de torear. Sin embargo, el toreo no es arte porque al torero le duela, sino a pesar de que le duela.

El antitaurinismo todo evolucionado confunde fisiología con arte e ironía con sus aberrantes principios de regocijo ante el dolor de sus congéneres. Semejan a los brutos que, ante los patíbulos y cadalsos de la inquisición, arrojaban gatos muertos a los reos que agonizaban, tras ser condenados por "practicar brujería" con animales de Satán, como los gatos negros.

Alegrarse de la cornada de un torero es la renuncia a los principios de compasión ante el dolor, ética de avanzada y moralidad de todos los escenarios, que precisamente pretenden imponer en la sociedad. Si ni ellos mismos son capaces de mínimos éticos ante su propia especie, que por favor no pidan máximos éticos hacia todos los animales.  


martes, 1 de septiembre de 2015

Ruth Toledano y el machismo taurino


En su obra Las fronteras de la justicia, Martha Nussbaum ofrece una de las versiones más recientes de la teoría animalista. El contractualismo, o teoría del contrato, al fin se aplicaba al movimiento por los derechos de los animales, lejos de las aguas mansas del utilitarismo de Singer y el pantano radical del abolicionismo.

Aunque torciera algunos conceptos específicos de Rawls, como la racionalidad de los suscriptores de los pactos o el velo de la ignorancia, Nussbaum infundió un nuevo aliento al animalismo estancado por el corporativismo de las ONG y los escándalos por terrorismo del ALF. La introducción del tema no deja de ser diciente. Consta de un epígrafe extraído de la histórica sentencia en la India que concedía el estatus legal a los animales, como seres con capacidad de sentir dolor y placer (sintiencia) e intereses dignos de ser tutelados por la ley:

En definitiva, sostenemos aquí que los animales de circo [. . .]
son encerrados en jaulas sin espacio para moverse, sometidos
al miedo, al hambre, al dolor, por no hablar de la vida indigna
que han de vivir sin tregua, y sostenemos también que la notificación
impugnada ha sido emitida de conformidad con los
[. . .] valores de la vida humana y la filosofía de la Constitución
[ ... ] Aunque no sean homo sapiens, son también seres que tienen
derecho a una existencia digna y a un trato humano sin
crueldad ni tortura [. .. ] Por consiguiente, no solo es nuestro
deber fundamental mostrar compasión por nuestros amigos
animales, sino reconocer y proteger sus derechos [ ... ] Si los seres
humanos tienen derechos fundamentales, ¿por que no los
animales?
Nair v. Union a/India, Tribunal Superior
de Kerala, no 155/1999, junio de 2000

Luego, ella se extendió en su teoría moral animalista saltando desde el fallo del tribunal hindú.

"Los animales no humanos son capaces de llevar una existencia digna, como afirma el Tribunal Superior de Kerala".

Para Nussbaum, la declaración del Tribunal Superior de Kerala era una llamado histórico a la consideración moral de los animales, en reconocimiento de su capacidad de sufrir y la lista de intereses que pudiera florecer en su existencia: los animales, tienen interés no explícito en vivir, respirar, comer, ser libres, ver cumplir el programa genético de su especie y en garantizar su existencia sobre los voraces procesos evolutivos, donde gracias a la adaptación y la lucha solo el más fuerte sobrevive. El ejemplo Hindú era clara muestra de cómo estos principios, según los cuáles es de recibo tutelar con derechos los intereses que reclaman protección, sea de la especie que sea, tienen aplicabilidad legal y merecen extenderse hacia los animales.

Entre otras cosas, los animales no humanos en la India cuentan con un estatus legal que los protege contra el, así llamado, "maltrato animal". El histórico fallo de Kerala los blinda contra la utilización como alimento, entretenimiento e incluso tenencia. Lo anterior parecía solo hacer eco a la restricción cultural de comer animales en un país con 800 millones de vegetarianos. Sin embargo, la aplicación del fallo iba más allá, por cuanto hacía sujetos de derechos a los animales. Por ejemplo, un elefante puede arrasar cualquiera de las humildes aldeas que pueblan el valle del Indo, donde la miseria extrema campea. Sin embargo, la Ley impide agredir al elefante en defensa de los bienes humanos, incluso la vida misma.



Lo curioso, visto de forma estructural, es que Nussbaum en las páginas anteriores a su consideración animalista, había denostado al mismo sistema Hindú como regresivo y arcaico en lo que respecta a los Derechos Humanos y el estatus de la mujer en dicho contexto, al denunciar que ellas incluso podían ser usadas como propiedad inmueble:

"Consideremos a la luz de este argumento el caso de un país que no ofrezca iguales derechos de propiedad, por ejemplo, a las mujeres. (La India es un ejemplo de un país de este tipo.) [...]
La ley de la propiedad hindu sigue conteniendo grandes desigualdades:
atribuye a las mujeres participaciones menores y en algunos casos vincula la propiedad a consorcios familiares que impiden que una mujer pueda separar y controlar separadamente su parte en caso de abandonar la familia". (pág. 259 Las fronteras de la justicia).

En realidad, la denuncia de Nussmbaum contra el estado de los Derechos Humanos de las mujeres en la India, peca de benevolente.

El país que el animalismo exalta como evolucionado a causa de su animalismo cultural y legal, es el peor lugar sobre la tierra para ser mujer. De hecho, este país siempre es nombrado en el informe anual de Amnistía Internacional como el mayor violador de DDHH en el tema de feminicidios, accesos carnales violentos (violaciones), quema con ácido, pedofilia cultural y demás. La ONU ha condenado en múltiples ocasiones al sistema hindú y algunas ONG intentan exponer a occidente el drama que supone la condición femenina en la India.

Tan solo considérese unos de los flagelos sobre la violencia contra las mujeres en la India: este país ostenta el deshonroso récord mundial en la tasa de violaciones sexuales. Amnistía Internacional ha sido un histórico denunciante de una práctica que llega a cobrar hasta 24.000 hechos al año, es decir, más de 66 violaciones por día. Pese a los avances en materia jurídica provocados por la presión internacional, lo cierto es que el estatuto de la mujer en el sistema hindú sigue siendo por mucho inferior al de las vacas. Por ejemplo, esta semana vimos con horror la noticia sobre las dos hermanas condenadas a ser violadas por una infidelidad de su hermano. Esto se produjo en Uttar Pradesch, región donde se ubica el hermoso Taj Mahal pero donde también tiene lugar la creencia brahamánicas e hindúes más radicales sobre el estatuto de los animales como seres cuasisagrados, es decir, zonas ampliamente vegetarianas en su dieta y animalistas en sus creencias.

En definitiva, si hay un estado que puede ser catalogado como machista es la India. Desde luego, si obviamos particularidades, como por ejemplo, que en dicho país el homosexualismo sea delito, o la discriminación sea moneda corriente merced a un regresivo sistema de castas. Solo aquí cobra sentido la genérica frase de Gandhi: "un país, una civilización, se puede juzgar en la forma como trata a sus animales".

Vayamos al asunto:

Sin ningún estudio sociológico con pruebas empíricas que demuestre de forma fehaciente la relación estructural entre tauromaquia y machismo, Ruth Toledano sigue concluyendo que las corridas de toros son el detonante de la violencia contra las mujeres. Es decir, sin un solo caso analizado, sin ninguna tesis, sin pruebas de campo, sin estadísticas contundentes, sin relaciones sociales que conecten la corrida con el hogar, ni mucho menos testimonios de mujeres maltratadas por hombres taurinos o toreros, ella salta el método de estudio para concluir, aupada en una caricatura, una relación estructural.

Sería lo indicado retarla a que presente un solo caso, uno, donde se haya comprobado por vía psicológica, que un hombre maltrató a su mujer por causa de la tauromaquia. Aunque existen muchos estudios genéricos no elevados al rango de ley forense, donde dicen evidenciar el vínculo entre maltrato animal y maltrato a los humanos, lo cierto es que una generalidad no puede en ningún caso erigirse como norma absoluta, sin que por lo menos haya un estudio sensato que lo pruebe. Sensu contrario, también hay casos de animalistas que cometen violencia contra los seres humanos. Entre tanto, el animalismo solo posee un estudio donde las mujeres de Huamantla manifiestan sentirse más inseguras en su hogar durante las tradicionales fiestas de su pueblo. En ellas, los hombres no solo van a corridas de toros ni tampoco los corren, sino que están rodeados de unas fiestas patronales que involucran muchas más prácticas, por lo que es difícil deducir que la única causa de la inseguridad femenina, se derive de la tauromaquia.

En cambio, tenemos un país animalista que al mismo tiempo es el mayor agresor de mujeres en el mundo, si omitimos el drama de algunas castas y de los homosexuales. Sin embargo, esa arcadia de la moral no recibe una sola sospecha sobre la relación estructural entre animalismo y maltrato contra las mujeres. Por el contrario, el animalismo se muestra a sí mismo como una evolución histórica comparable a la lucha por los derechos de las mujeres, los gais y los afrodescendientes. Pese a que la violencia machista sigue asolando a la India, los taurinos no cometeríamos la imprudencia de caricaturizar la violación de alguna de las 66 mujeres abusadas en cualquier día de la India, junto a algún señor vegetariano cuyas convicciones profundas le llevan a pensar que los animales merecen consideración moral.

Pese a declararse hermanos de la lucha contra el sexismo, los animalistas siguen identificando a toreros, ranchers y cazadores como hombres de "pene pequeño", perpetuando el imaginario sobre hombría y virilidad que sustenta al machismo.
La tauromaquia no produce violencia contra las mujeres, ya que esta ocurre con independencia de las corridas de toros en países que ni siquiera tienen esta práctica cultural. ¿Cómo puede explicarse el machismo en países sin corridas de toros? Las tesis sobre la "pendiente resbaladiza" en el origen de la violencia no poseen tampoco rango de ley científica. En realidad, el origen de la violencia es más complejo, y se sigue extendiendo más allá de la agresión machista, incluso en la revictimización que hacen quienes instrumentan dicha violencia para utilizarla en provecho de sus propias convicciones y luchas personales. Esto es en realidad lo que hace el animalismo al relacionar la violencia machista con la tauromaquia.