domingo, 10 de julio de 2016

El antitoreo es mierda




A Víctor Barrio el toro Lorenzo de Los Maños le quitó la vida de una seca cornada en el costado. Aunque su cuadrilla sabía que estaba muerto al momento de levantarlo de la arena, corrieron desesperadamente para llevarlo a la enfermería. Y allí, aunque los médicos también sabían que había llegado muerto, decidieron intubarlo y practicarle maniobras de reanimación, mientras las imágenes de los banderilleros que lloraban aferrados a las tablas nos helaba la sangre. Hasta entonces, Lorenzo no significaba nada para el animalismo. No hubo campañas antes en su nombre, ni durante el rito, clamando ante las puertas del coso de Teruel su nombre. Y si hubiera muerto sin historia (para ellos), seguro hoy también estarían ignorantes de su existencia, sin ardor ni indignación. Lorenzo, perdido en el mar de correcciones e indignaciones fáciles de nuestra sociedad… Pero el toro descubrió la pierna de Víctor en una tanda donde el viento le movió la muleta, le hizo zancadilla con la cabeza y, viéndolo en el suelo, lo atravesó con su pitón de lado a lado del tronco. He pensado en ello antes de dormir: al igual que la muerte de Ana Karenina, espantosa en su física (una bella rusa triturada por el paso del tren) pero elevada en su sentido, la de Víctor Barrio tuvo cierta limpieza, libre de horror e imágenes penetrantes. Él murió para decir que estuvo jugándose su vida en cada corrida antes de llegar a Teruel, exponiendo su cuerpo, su futuro y la paz de su familia a lo peor para hacer cumplir un rito que no todos comparten ni pueden entender, profundo de sentido porque allí está la vida y la muerte de verdad. Es la única reflexión decente que puede hacerse sobre su fin, a menos que uno sea animalista o antitaurino.

Pero el animalismo cree que el estatus moral de un ser humano es igual que el de una vaca o un gato, aunque la ciencia moral demuestra justamente lo contrario, como escribió Peter Carruthers. La sociedad, esa masa acrítica que hoy privilegia la rapidez y no el esfuerzo, ha premiado ese ligero pensamiento, creyéndolo.




Anoche, antes de irme a la cama con un vacío en el pecho, veía algo de los 50.000 tuits que contenían el keyword “Víctor Barrio”, y era casi como oír la radio Hutu de Ruanda, llamando “cucarachas” a los Tutsis y diciendo que su muerte era un acto de justicia y normalidad. Estas personas en realidad celebraban con alegría la muerte del torero. Con sinceridad, estaban eufóricos porque el toro lo había corneado, hecho reproducido mundialmente por todos los medios, al saber que el rencor contra la tauromaquia haría que la noticia se volviera viral, como si el torero fuera la mayor personificación del mal en un mundo donde 60 millones de niños morirán de hambre, como denunció la Unicef.

¿Qué objeto tiene denunciar la inmoralidad de la corrida incurriendo en una inmoralidad peor? ¿Qué sentimientos oscuros revelan quienes se alegran de la muerte humana? ¿Cómo puede lamentarse la falta de piedad en el taurino mientras se hace gala de una impiedad peor, al estar dirigida contra el ser humano? Que yo sepa, el genocidio en Ruanda es un verdadero problema moral, mientras que sobre el matadero de carne no todos estamos de acuerdo.

Celebrar la muerte del torero desdice totalmente el discurso animalista. No hay elevación moral alguna en alegrarse por la muerte de un ser humano, sea por el motivo que sea, mientras se nos exigen la idea de que la vida es sagrada, incluso la animal. Por ejemplo, solo el nazismo se arrogó la facultad de decidir qué muertes humanas podrían llorarse.



 Por otro lado, es estulto formular la supuesta indefensión de un “torturado” mientras se reproducen de forma victoriosa las imágenes donde el toro mata al torero. En la historia, jamás un torturado mató a su victimario en el mismo acto donde era supliciado, porque es enfáticamente imposible. La muerte del torero es una verdad que derrumba el discurso animalista, al ofrecerlos sin el manto de pureza ética que predican al mismo tiempo que exigen, y también al hacer notar que el toro es un animal poderoso, no un pobre torturado. Muchos toreros salen prácticamente muertos del ruedo y son revividos por la ciencia médica del siglo XXI. Para no ir muy lejos, hace tres semanas a Escribano un toro le pegó una cornada que hace 20 años lo hubiera matado en cinco minutos. En perspectiva, las celebraciones del antitoreo se han reducido por el humanista avance de las ciencias médicas.

La estupidez y la hipocresía son rasgos destacados de todas las homilías de odio, incluso dirigidas con alegría contra la esposa de Víctor, sin el más mínimo rubor. Estas personas pidieron que a Lorenzo se les diera el rabo y las orejas del torero, como si el ser humano tuviera rabo (esa extremidad de la columna vertebral que perdimos hace siete cadenas evolutivas) o como si el toro pudiera o quisiera hacer algo con las orejas de un ser humano. Son comentarios totalmente estúpidos. Para estas personas, la única experiencia directa con la anatomía es el pedazo de carne en sus platos, innecesario, obtenido con la cobardía de quien no fue al matadero a ultimar mirando a los ojos al bovino de donde viene, pero que llama “asesino” al torero que sí lo hace. Otros entretanto concluyen que la muerte de Víctor “es arte”, ironizando sobre la peregrina idea de que para nosotros la muerte del toro es arte. Es cierto que estas personas jamás han tenido una tauromaquia en sus manos o que todo lo que saben de toros está filtrado por una máquina de propaganda y desinformación digna de Goebbels.



Pero el punto central es este: ¿Cómo las personas que nos exigen a los taurinos el no hacer de la muerte un acto, ven con tan buenos ojos el fallecimiento de un torero? Anselmi, que corre más rápido que la inteligencia que lo persigue, dijo que los taurinos pagamos por ver morir, y como tal, no podíamos decir nada a los antitaurinos que hacen uso de la muerte en el ruedo, esta vez del torero, para sentirse eufóricos. ¿Pero es que acaso está formulando que uno puede “alegrarse” de la muerte del otro y luego salir a la calle a caminar sintiéndose como una persona perfectamente normal? ¿Lo hacen ellos? ¿Entonces de qué nos acusan a los taurinos? Hasta el demoledor Estado americano respetó los ritos funerarios al arrojar a Bin Laden al fondo del mar desde un helicóptero, a pesar de ser la persona más odiada de lo que va del siglo XXI.

La alegría con la que celebraron la muerte de Víctor demuestra que no hay ninguna elevación moral en ser antitaurino. Que la vida humana no es un absoluto en la ideología animalista, y por tanto es una inmoralidad en sí misma. Que nos enfrentamos a gente capaz de buscar el perfil de la esposa de un torero para ponerle con risas las imágenes de la cornada, porque la moral ante la muerte no significa absolutamente nada. Mi recordado Juan Carlos Onetti decía que la vida era mierda, sin grosería, haciendo énfasis en la fisiología más primaria y baja, al comprobar que se vive en medio de una sociedad superficial y tonta, incapaz de cualquier esfuerzo de elevación más allá del piso básico. Las personas incapaces de cualquier simpatía por el humanismo, están reducidas a capas tan básicas de la fisiología como la mierda. Luego del Pozo, de las reflexiones y angustias, solo quedaba lo peor del mundo, subsistiendo para siempre en la estupidez, felonía e inhumanidad de algunas gentes: la mierda. La vida es mierda. Pero Víctor y Lorenzo le concedieron un sentido a sus vidas y muertes, algo para lo que los taurinos nos reunimos en ceremonia, sin alegrías inmorales por la específica muerte de nadie, dispuestos a ver un heroico sacrificio y no un funeral convertido en stand up comedy para las risas posmodernas.

Parafraseando, he de decir que si para algunos la vida humana no es un absoluto que debe ser respetado sobre cualquier diferencia, entonces el antitoreo es mierda.




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sábado, 9 de julio de 2016



Como el año pasado, un toro de Escolar Gil decide no pasar la cebra de tránsito y volver sus pasos hasta los corrales. Su recorrido rezagado dejó varios heridos, poniendo la nota de un encierro peligroso, emocionante y sui generis. Foto: EFE



El toro devuelto:
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viernes, 8 de julio de 2016


Dos toros sueltos y cinco minutos de caos en el segundo encierro de San Fermín  2016. Los toros de Cebada Gago se disgregan y ponen a prueba la pericia de los mozos, con un saldo de seis heridos graves y un ángel auxiliador. Foto: EFE.  
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jueves, 7 de julio de 2016

Encierro de Fuente Ymbro en San Fermín 2016


Con un rápido y limpio encierro rompió fuegos la edición 2016 de las fiestas de San Fermín.
Foto de Reuters

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En el año 1988 Maníli abría la puerta grande de Las Ventas de Madrid en la corrida de Miura. También nacía yo. Amante de la tauromaquia, el cine, la literatura y el rock. Sigo con obstinada fe la certera evidencia de la frase de Lorca: "Creo que los Toros es la Fiesta más culta que hay en el mundo".