Las autoridades de Perú y Francia han salido particularmente golpeadas de estos actos que empañaron, aún más, el discurso supuesto de paz y evolución de la antitauromaquia: el caso más grave ocurrió en Lima, donde Marlon Carrasco, subolficial de la policía montada peruana, fue apuñalado en la pierna por un manifestante antitaurino. Que una protesta se presente a sí misma como pacífica, y sirviente para rechazar la supuesta violencia del toreo, no explica cómo es que uno de sus integrantes porta un arma blanca, y la dirige contra un ser humano. Mucho menos, que una recua desaforada la emprenda con piedras contra las autoridades que repelen los ataques, modo pedestre de demostrarnos quiénes son los realmente rezagados:
(Adenda: en las últimas horas nuevamente se registraron hechos de violencia antitaurina en Lima: un comando animalista intentó incendiar la plaza de toros de Acho, con personas adentro, y por fortuna sin éxito. El empresario de la plaza acusa a Leonardo Anselmi, activista presente en la ciudad. Al final de este escrito se pone el pantallazo de la noticia. También abajo se incluye nueva información sobre las medidas legales pedidas contra la violencia antitaurina en Francia).
El segundo hecho de violencia se presentó en Rodilhan, una pequeña localidad francesa que sirvió nuevamente para el móvil mediático del antitoreo francés: la invasión multitudinaria de animalistas de toda Francia a pequeños pueblos, por ello sin suficiente pie de fuerza pública; se asegura la vulnerabilidad para satisfacer también la impunidad: al rededor de 400 manifestantes antitaurinos irrumpieron pues en Rodilhan con motivo de un festival; pese a la orden de un tribunal de Nimes que prohibió a la manifestación acercarse a medio kilómetro de la plaza (esto es, siquiera acercarse al perímetro urbano de la población), los animalistas llegaron hasta la puerta de la plaza, donde la policía intentó repelerlos. El resultado: 20 llantas de autos ponchadas, rejas destruidas, policías heridos por contusiones, daños menores por lanzamiento de bengalas en la estructura de la plaza de toros, un vidrio panorámico roto, y un político local golpeado y aturdido con pintura roja que le fue arrojada. Un antitaurino fue detenido en la refriega, y deberá responder por daños personales. Los organizadores de la manifestación también deberán responder por desacato.
¿Acaso lo sucedido en Perú y Francia corresponde a la descripción de unos seres humanos que se arrogan la evolución moral, rechazan toda forma de transgresión y violencia unilateral, y además son capaces siquiera de manifestar su inconformismo de una forma razonable,educada y legal? No.
La pierna traspasada del policía limeño, como también los intentos de incendiar una plaza francesa con pólvora de bengala, son síntomas del desbordamiento de una violencia reprimida en sus portadores. Para el antitoreo, la pierna apuñalada del policía encuentra su justificación en el morrillo picado del toro: ¿Es un modo de identificación con la violencia condenada? ¿Una suerte de justificación, o mejor, de retaliación, donde la sangre derramada del animal es vengada con la sangre humana del policía, y próximamente la taurina? En realidad, lo que opera aquí es un inhumanismo voraz que empieza a hallar satisfacción, una que puede reconocerse por algunos aspectos: victimización del toro y del manifestante; infundado sentido del auto-heroísmo que debe ser practicado violando la ley y exponiéndose, para demostrar afanosamente un amor ilimitado por los animales; desprecio por las autoridades; culto a la imagen del ALF, esto es, estética de la clandestinidad representada en el pasamontañas como símbolo de un movimiento violento; finalmente, una manida idea de la justicia, que confunde sus límites con los de la venganza.
Se puede leer una queja en este flyer hecho por un aficionado mexicano, inquieto por la usanza de los antitaurinos que protestan en el D.F. |
Un riesgo calculado en virtud a sus ganancias mediáticas, o quizá fanáticos, o ambas:
Lo cierto es que los límites de la barbarie se eliminan cuando el protestante acuchilla a la policía, en nombre de un animal que desconoce absolutamente. La dignidad humana es la fuente de todas las éticas a lo largo de la historia, y el desconocimiento de este principio es el inicio del inhumanismo; entonces, uno no puede sino optar por destacar el carácter inhumano de estas acciones antitaurinas, más allá de las débiles justificaciones, como cuando se intentan comparar con la forma cruenta de la tauromaquia. Mientras la tauromaquia, convertida en arte y ceremonial en su forma moderna, es en definitiva el triunfo honorable de la animalidad humana sobre la animalidad del toro, el antitoreo parece dirigirse en cambio hacia la derrota del humano acuchillado, y la del toro de lidia extinto; e incluso, sobre la violencia antitaurina que se vuelve en su propia contra.
Para finalizar: ¿Puede haber una ética relacionada con el inhumanismo? Sus juicios serán dichos cuando el antitaurino defienda al animalista cuchillero, y a los franceses que invaden pequeños pueblos, y arrojan gases de fumigación contra un tendido lleno de mujeres, ancianos y niños.