miércoles, 23 de octubre de 2013

El animalismo y su horror por los cálculos matemáticos

Este escrito está inspirado en dos hallazgos del profesor Juan Medina, a propósito de las mentiras animalistas en el tema de las subvenciones. Tales incorrecciones fueron pronunciadas en la lucha contra la tauromaquia en España, en torno al debate del PCI. Suscitan entonces una reflexión que no se puede soslayar: la naturaleza de los procedimientos animalistas.


El animalismo es una forma de escepticismo ético de la posmodernidad, que preconiza la relevancia ética de los animales. Obtiene formas variadas y contradictorias, como el utilitarismo, el intuicionismo, y más recientemente el contractualismo emanado de Rawls desde su concepción de la justicia social y el velo de la ignorancia. Sin embargo, se plantean inconvenientes considerables al rastrear formas morales y éticas en los procedimientos de un movimiento que oculta a la realidad su verdadero rostro.

El aficionado a la tauromaquia particularmente sufre de la intolerancia, el acoso y la violencia antitaurina, pero en ningún caso esto representa una gran parte de los cuestionamientos al animalismo. Como programa ético, el animalismo debe satisfacer cierta cantidad de principios para erigirse en una moralidad.  Uno de ellos es que su consecución pueda lograrse desde principios éticos incuestionables e incontrovertibles, y que su aplicación no deje ni siquiera el mínimo margen a acciones inmorales o contradictorias necesarias para su consecución. Cuando sucede lo anterior, no se incurre en la ética, sino en una forma increíble de inmoralidad justificada teóricamente, pero en cualquier caso siempre inmoral. Considérese que lo anterior encuentra su ejemplo en los más de 10.000 actos de violencia de Animal Liberation Front, una organización considerada como terrorista por el FBI, aupada por el animalismo al ser directa consecuencia de sus tesis, y que no ha encontrado un solo contradictor enérgico dentro del seno del animalismo, más que cierta queja en un prólogo de Singer. ALF es directa consecuencia del animalismo por dos motivos fundamentales. El primero, que es coherente y deriva de las premisas del animalismo fanático, según las cuales nada puede anteponerse al bienestar de los animales no humanos, así la consecución de tal principio involucre actos de terrorismo y violencia contra seres humanos. El segundo, que ni una sola lucha de reivindicación con las que el animalismo intenta hermanarse teóricamente, entiéndase por ejemplo el feminismo, posee, en sus actuales estructuras de lucha, al terrorismo o la violencia directa, pues en aquellas luchas la vida humana aún sigue siendo un valor relevante, no supeditado a nada.

Es entonces que bajo la consideración del principio 1 (nada puede anteponerse al bienestar de los animales no humanos) se pretenda hacer entender que el fin justifica los medios, y la violencia se refuerza, y aparece de manera natural. Si una clase de ética es incapaz siquiera de manifestarse en aquellos que la reivindican, es difícil considerarla como real. Si una ética hace una clamorosa manifestación de incompetencia cuando intenta formarse, entonces difícilmente es una ética, pues es incapaz de conciliar su entramado teórico con el práctico, y precisamente la ética existe para cumplir este objetivo.

Después de este largo rodeo, uno debe anotar que el animalismo incurre en una fantástica cantidad de mentiras, cuando sucede su lucha mediática, y que en esto subyace precisamente el mismo principio maquiavélico que provoca el terrorismo de ALF: que el fin justifica los medios. Considérese ahora el ejemplo del agua y la carne, donde además de mentir, envuelven la fabulosa mentira con pretensiones científicas:



Si no perdemos de vista que un litro de agua cuesta en Colombia 700 pesos, debemos concluir que 15.300 litros equivalen a 10.710.000 pesos (Diez millones, setecientos diez mil pesos); esto quiere decir que el coste de producción de un kilo de carne para un ganadero asciende a más de US$ 5.300 por concepto de agua. Lo anterior necesariamente concluye la estupidez de los productores de carne, pues el kilo es vendido en el mercado a un costo de US$ 10 en promedio, sabiendo que su coste, tan solo en el tema de agua, es proverbialmente miles de veces mayor. Los ganaderos también pagan agua, y tan siquiera pensar que un kilo de carne cuesta miles de dólares en producción, pero es vendido luego en 10 dólares, o bien declara la absoluta bancarrota del sector, o una mentira vegana. Pero sabemos por una extraña intuición que no es como parece, y que el coste del agua aducido por el animalismo en la producción de carne, es un imposible tan impositivo como fantasioso.

Desde luego que lo anterior no es más que un exceso de cientificismo en un tema directo, que luego es reproducido de manera amplificada como argumento en pro del veganismo . La mentira al servicio de la imposición ideológica, bajo una forma de mentira matemática. Entonces uno recuerda a Pascal: "El error en matemática es el horror por su naturaleza, como si hablásemos de Dios y del Vacío".

En las lides de demostrar el horror del animalismo por las matemáticas, se debe declarar al profesor Juan Medina como el principal y más desinteresado contribuyente. Aduzco dos ejemplos gloriosos. Uno, el de la mentira de la subvención a los toros en España, falsedad enunciada por el animalismo a niveles obsesivos en el reciente debate de la ILP pro taurina en el legislativo español. De la misma, se desprende el segundo ejemplo de la falsedad: la de las subvenciones de la Unión Europea a las ganaderías de lidia, como forma de involucrar a la comunidad europea en una intromisión contra el Patrimonio Cultural del pueblo español. Las refutaciones son sencillamente perfectas. Adjunto el teaser y el link:

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En el año 1988 Maníli abría la puerta grande de Las Ventas de Madrid en la corrida de Miura. También nacía yo. Amante de la tauromaquia, el cine, la literatura y el rock. Sigo con obstinada fe la certera evidencia de la frase de Lorca: "Creo que los Toros es la Fiesta más culta que hay en el mundo".