
Con la séptima costilla rota, en la monumental de Frascuelo en Granada (y también Frascuelo, en el XIX, con sus costillas rotas por Peluquero), José Tomás empuñó estoque y muleta, y se tiró a matar. Minutos antes el cinqueño había intentado echárselo a los lomos, cuando Tomás le perdiera la cara al rematar una serie. Quedó en vilo entre las astas, sacudido como un pelmazo de nada, diría Góngora. Pero en el momento en el que el torero ha perdido...