
Un años antes, durante la encerrona con seis toros de Contreras, José era sacado a hombros por una febril multitud compuesta por aquellos afortunados que habían visto la histórica faena al astado Algabeño. Era el delirio de las grandes tardes de toros, que confieren a la fiesta ese halo de inmortalidad por un momento, y que concilia a todos los espectadores en un solo puño. Pero desde el tendido, los eternos inconformes le gritan...