martes, 8 de octubre de 2013

Antonio Ferrera y la tauromaquia como lidia



Dice Ortega y Gasset en sus imprescindible La Caza y los Toros:

"Lo que más me diferencia de los de hoy es que ellos hablan de este o del otro toreo y con ello se refieren al modo de ejecutar una docena, o muy poco más, de suertes, unos cuantos lances de capa y unos pases de muleta. Como veremos, esta retracción y angostamiento de sentido falsea ya de partida toda discusión sobre si ahora se torea mejor o peor que antes. La falsea porque aísla esas pocas suertes, arrancándolas del conjunto que es una «corrida de toros»; por tanto, convirtiendo en algo separado y abstracto lo que solo tiene su auténtica realidad como una y solo una de las cosas que pasan y hay en una corrida de toros. A mí me asfixia oír hablar así del toreo, porque estoy acostumbrado a respirar una realidad vastísima, amplísima, enorme, que es precisamente la corrida de toros. Hace cincuenta años no se llamaba torear a lo que hoy. Por torear se entendía —defino otra vez el significado de un vocablo— hacer y padecer todo aquello a que da ocasión cuanto acontece en una plaza desde que el toro sale del toril hasta que se lo llevan las mulillas. Y es su sentido más natural, a saber, habérselas en todas las formas con el toro en ese breve espacio en que culmina su ser—el tiempo en que permanece en la plaza. Pues si se habla de toreo de campo es para subdecir que no es propiamente toreo. "(Obras completas, tomo V, pag 672)

Las 3 actuaciones de Antonio Ferrera este año en Madrid hacen eco de las consideraciones del filósofo español: la tauromaquia entendida como algo que se extiende más allá de las series de capote y muleta. Hoy, ocurre por desgracia que todo está reducido al último tercio, y ni siquiera a todo, pues la estocada ya no es vista con la misma fijación ritual que antaño. Por otro lado, a menos que el actuante se llame Morante de la Puebla,  el toreo de capa es cada vez más un sucedáneo de tránsito, cuando antaño era un riquísimo mundo, incluso más largo que el toreo de muleta, por cuanto estaba fuertemente adherido al tercio de varas, lo que implicaba suertes de quites para alejar al toro de la caballería, del picador, usar la lidia para volver a ponerlo en suerte, y además, los tercios de quites para reñir con los otros toreros.

(Ver video desde 1:07:00)

                                

Ferrera socava todas esas pretensiones actuales de ir reduciendo el toreo a una muleta sin muerte: se habla entonces de su toreo de capa, su lidia, y la naturalidad que está logrando con la muleta, una que recuerda a Juan Mora, con todos los relieves y abismos de un toreo que ocurre despacio, de perfil, en redondo, y con la sensación de tener un control total de los terrenos y distancias, con una clara evocación  que le hubiera gustado llamar geométrica a Ortega y Gasset. Ferrera entonces ha hecho algo impensable hasta para él mismo: pegar el mejor natural del año el 2 de mayo durante la Goyesca en Madrid*, y también ser el único torero que ha hecho rugir a las Ventas desde el primer lance, siendo una plaza que solo se manifiesta tímidamente desde el segundo capotazo; esto lo hizo cuando sacó por verónicas y luego por chicuelinas al toro del caballo, como debería hacer siempre un maestro que intenta domeñar al toro.

Otra cosa es su gusto enfandilado por las banderillas, el número del capote-choza en la mitad del ruedo, o el espantoso traje del 2 de mayo: desde luego cosas sin importancia al lado del natural o aquella chicuelina que hizo rugir a Las Ventas mientras el toro salía del caballo y era mandado en su embestida, sin probaturas. Tauromaquia como lidia, añadida a que este hombre no se anda de marine en puerto: es torero de corridas duras.

*Nota: sobre el natural, se ha querido acusar a Ferrera de torear tomando la muleta desde un extremo del estaquillador, lo que por supuesto aleja la embestida del cuerpo e insinúa el pico; pero no hay que olvidar que lo hace sin ayudado, esto es, con un engaño más pequeño, conocido como "la muleta de Antoñete"; el maestro también asía la muleta desde un extremo, sin ayudado, y toreando a los vuelos; cualquiera puede comprobar que el toro se ciñe al cuerpo del torero cuando se torea así: