El Canal Capital, televisión pública de todos los bogotanos, -incluidos los taurinos, esos molestos outsiders que también pagamos los impuestos que la mantienen-, lanzó con motivo de la celebración de Rock al Parque un comercial antitaurino bajo la campaña No a la sangre como espectáculo.
SEIS MENTIRAS SEIS EN EL COMERCIAL DE CANAL CAPITAL
1) "Por aquí salía el toro de lidia; se llamaba así porque había un tipo que tenía que lidiar con él"
Esto introduce una falsificación recurrente en el antitoreo: negar la existencia del toro de lidia al desconocer también su particularidad. Para el antitoreo, el discurso de la tortura solo sirve en función de un animal indefenso. De allí saltan a asegurar que los toros de lidia son un invento, y que en realidad los plácidos bóvidos resultan amigables mascadores de pasto, como Fadjen. El torero sería así un despiadado que desgracia a un animal que no puede luchar, ahondado la inmoralidad del acto.
El toro de lidia no recibe tal nombre de su particularidad zoológica solo porque lo lidien. En realidad en él asisten distinciones del orden genotípico y fenotípico suficientes para hacer de su genoma una prueba aplastante sobre su naturaleza ofensiva. El toro de la corrida, concluyó la Academia, es una raza única, con cromosomas no presentes en otras razas y especies de bóvidos, con información genética relevante como para deducir, con algo de ciencia más que de ignorancia, que el toro de lidia se llama así por serlo, y no porque lo lidien.
2) "Vestido con lentejuelas, porque el tipo tenía que brillar con luz propia"
Aunque parezca un detalle inane, que los antitaurinos desconozcan la naturaleza del traje de luces dice mucho sobre qué es lo que realmente saben de la tauromaquia, un fenómeno que solo puede entenderse si es visto. La distorsión de la propaganda animalista ha extendido la especie de que el torero se viste con lentejuelas. Esto, naturalmente, ha producido un discurso homofóbico en torno a la incomprensión que rodea al fenómeno cultural.
Torero: Ser homosexual que se viste con lentejuelas y brillantina!
— Pinche Chucky (@heitry) abril 25, 2012
Que la inteligentísima presentadora suponga que el traje de luces existe para "hacer brillar con luz propia" al torero, parece más el eslogan de un champú que una explicación informada al auditorio. En realidad, cualquier somera mirada sobre los estudios antropológicos de Patricia Martínez de Vicente, daría luces sobre cómo esta hermosa pieza de orfebrería tiene un sentido social que versa sobre la adquisición de dignidad de las clases menos favorecidas, que ascendían momentáneamente a la dignidad de señores en los ritos de los caballeros e hidalgos en la época de los Austrias. Curiosamente, tal empoderamiento del vasallo como igual al señor, es uno de los discursos en los que la izquierda encuentra mayor simpatía. En este caso, la ridiculización en torno al traje de torear, además de enmascarar un discurso homofóbico (¿Cómo se va a vestir un hombre con lentejuelas?), es un canto a la ignorancia sobre el fondo cultural de las corridas de toros.Algo que también puede hacerse para salir de la docta ignorancia antitaurina en torno al traje de luces, es ver este trailer.
3) "Estaba el tipo acompañado por un caballo con un jinete, que tenía una gran lanza; esta gran lanza era clavada en el lomo del toro para humillarlo" (...) "luego salían unos banderilleros (...) tenían unas banderillas con las puntas así" [muestra un dedo alargado]
Es bastante enojoso tener que desmentir tan meríficas exageraciones sobre lo que realmente pasa con el toro en el ruedo. La puya, según la bélica clásica, es todo lo contrario a una lanza: su función es la de parar o detener, por lo que se clasificaba como separada a aquellas armas arrojadizas que pretendían atravesar un cuerpo. Si una lanza atravesara el cuerpo del toro, quedaría inválido, quizá muerto, y no serviría para las siguientes fases de la lidia, donde debe enfrentar al hombre. Al toro se le pica para defender la cabalgadura, antaño sin peto protector, y también para lucir su bravura, pues el toro debe crecerse ante el castigo. La inexactitud sobre la longitud de los arponcillos también es muy diciente, puesto que nunca serán más largos que un dedo extendido y su función en el toro es la de avivar su embestida. ¿De dónde saca que el tercio de varas es para humillar al animal, si de hecho existe para exaltar su casta? El toro no rehuye la lucha y va al caballo en repetidas ocasiones según la dimensión de su bravura. En ese tercio, el público observa que el animal no sea manso y conmemora su poder frente a la lucha. Tan solo el día de ayer en Dax, Francia, una corrida de Pedraza de Yeltes encontraba la apoteosis con un toro que hacía honor a su estirpe al embestir con bravura a la caballería en distintas ocasiones.
Pero lo realmente mentiroso en esta descripción del toreo, es que obvia deliberadamente dos cosas fundamentales: el toreo de capa y el toreo de muleta. En estos actos, que de hecho ocupan la mayor parte de tiempo en una lidia, el hombre solo tiene un trozo de tela y con él debe crear una coreografía usando para tal fin la embestida de un toro que intenta matarlo. Por esta creación estética se conoce al toreo como un arte. El vídeo, al obviarlo, ignora la riqueza estética de las corridas de toros hasta el punto de hacer parecer todo una lucha digna de martirologio para los santos toros.
4) "Había un tipo que se sentaba aquí (...) cual Nerón en un coliseo, daba la orden de matar al toro"
Mi favorita. El Coliseo fue construido después del reinado de Nerón, el clásico déspota que sentía limitada simpatía por los juegos de circo, aunque eso no le impidiera ser un sádico real con los humanos. Por ejemplo, el incendio que este demencial inhumano provocó en Roma, también pasó por encima de los estanques donde décadas después se levantaría el reconocido y monumental Coliseo. Si este César se hubiera sentado en el Coliseo, como dice la presentadora, en realidad hubiera flotado en una laguna artificial. En todo caso, en las plazas el presidente no ordena la muerte del toro. Su jurisdicción solo llega hasta lo contrario: ordenar que no se mate al animal bajo la gracia del indulto, que es pedido por el público para los toros con ejemplar bravura, digna de ser preservada en la tutela de semental que se le asignará al salir victorioso de la corrida.
La escaramuza mendaz solo sirve para establecer la ignorante relación entre circo romano y corrida de toros. En la corrida no se conmemora la muerte humana, a diferencia del juego de circo antiguo. Tal diferencia no es sutil. La corrida se trata, precisamente, de lo contrario al circo: el hombre debe sobrevivir. Los espectadores del toreo no encuentran regocijo en la sangre, puesto que el toreo está codificado de tal forma que la agresión desproporcionada al toro quita el honor al torero. ¿Cómo pudiera ser que el desacierto en la espada genere el rechazo de un público que supuestamente goza con el sufrimiento? Seguido, los espectáculos con animales en el Circo romano eran menos frecuentes de lo pensado. Se servía la destrucción de especies endémicas de los territorios conquistados, para conmemorar la victoria del imperio. Las luchas de fieras contra esclavos indefensos, coinciden más con el deseo antitaurino que con la realidad de la corrida.
5) "Salían unos señores que eran los monosabios y arrastraban el cuerpo del animal por toda la plaza. (...)Mono, por uno; y sabios por a lo único que los tipos sabían hacer (sic). Afortunadamente estas personas desarrollan ahora tareas más nobles"
Otra genial intervención en los límites entre la ignorancia y la insolencia. La presentadora confunde a los monosabios con los mulilleros, personas estas encargadas de arrastrar los restos mortales del toro. Precisamente están allí para garantizar un trato ritual y puro con los restos de un animal que la cultura taurina considera como sagrado. El toro de lidia no puede salir de cualquier forma; lo lleva un tiro de mulillas engalanadas ricamente, como si al animal se le diera un trato funerario. De hecho lo es:
Por el contrario, los monosabios son ayudantes que mantienen la arena en condiciones óptimas para que los animales, sean caballos o toros, no se rompan las pezuñas. También limpian el ruedo y se someten a la heroica empresa de defender la cabalgadura en caso de que el picador la pierda. Si un caballo de pica cae a causa del indómito ataque del poderoso toro, quienes levantan al caballo son los monosabios. Su nombre no viene del insulto escupido por la presentadora: hace eco de unos monos o micos que hacían labores con tanta agilidad y destreza, lo mismo que minucia y gracia, que el movimiento de los peones por la arena para salvar caballos los recordaba.
Distinto a lo que dice la presentadora, la Alcaldía de Bogotá no se preocupó por el desempleo generado a causa de la prohibición de las corridas en 2012. En el fondo, no tienen idea de las penurias económicas que han pasado las miles de personas humildes que dependían de la temporada para obtener sus ingresos con una actividad legal y de la que aprendieron oficio.
Solo, a modo de humillación por la forma en la que lo expresaron, le ofrecieron a los toreros ser barrenderos y recolectores de basura.
6) "Allá se hacían 20.000 personas que bebían, celebraban y reían de la muerte del animal"
No contenta con inflar en 5.000 la capacidad de la Santamaría en un alarde de profundo conocimiento sobre el coso, la presentadora extiende uno de los mitos más celebrados en torno a la tauromaquia: que el taurino va a la plaza para emborracharse. Imaginar cualquier multitud -incluso antitaurina o imparcial- de 15.000 o 20.000 personas beodas en un recinto cerrado, supondría un problema de orden público descomunal. Las calles colapsarían, se sucederían las peleas en torno a la plaza, se destruirían inmuebles y los antitaurinos sufrirían una violencia casi mayor a la del toro atravesado por lanzas y luego arrastrados por monosabios tras el beneplácito de Nerón. De hecho, es imposible que exista una multitud ebria que a su vez no genere perjuicios significativos para una ciudad.
En realidad la manzanilla, clásico acompañante de la bota taurina, es un inofensivo licor con menos de 1% ABV, o sea, habría que beber docenas de litros de esta sustancia si quiera para sentirse un poco mareado. El toreo no gira en torno a la consumación de licores y las personas que asisten a la corrida, no lo hacen para usar la plaza como cantina pública. El desorden de personas estropeando la vista para dirigirse a los baños, los ruidos propios de la irreverencia alcohólica, y demás manifestaciones que concurren en la felicidad de la embriaguez, raramente pueden coincidir con el silencio, la quietud y la concentración del público taurino. Quien haya ido a una corrida en la Santamaría, sabe de lo que aquí se habla.
Lo de reír de la muerte del toro es quizá la mentira más demencial en esta pequeña comedia de salvajes falsedades. La muerte del toro es precedida por un silencio exigido al espectador: para que el torero se perfile a matar, todo el mundo tiene que estar callado. Por otro lado, ¿por qué no hay un solo vídeo de 20.000 risas estallando en el momento en el que el toro es muerto? De las miles de corridas grabadas en la historia desde que existe el arte del cine y la industria de la televisión, estocadas incluidas, no existe tal cosa como risas pregrabadas de talk show al momento de la muerte. Es imposible. La muerte para el taurino es el centro del ritual, pues supone el sacrificio digno de un animal que no merece ser abatido en la oscuridad de los mataderos. El torero debe ofrecer su vida para matar al toro, pues se lanza entre los pitones para poder clavar el estoque. Las recurrentes burlas en torno a los toreros corneados, pueden dar una idea a los antitaurinos de qué tan letales pueden ser las astas del animal, como para que se tomen en serio esto de la estocada.
El día que un espadazo sea celebrado con risas en una plaza, los taurinos dejaremos de ir.
¿Y qué resta al final? El mérito del vídeo es que su guionista halló a la persona indicada para presentar esta sarta infamante, afrentosa y desconsiderada de falsedades en torno a una minoría que vive en Bogotá la persecución oficial de la Alcaldía. El reclamo contra la sangre como espectáculo obvia que las riñas de gallos ocurren en la ciudad semanalmente, sin que la alcaldía ni el animalismo con contratos suscritos con Petro, hagan nada. El tono del comercial es altamente desconsiderado, rayano en el desprecio y el odio; infunde mentiras y se solaza con un tema que lleva tres años ausente en la ciudad. A pesar del mandato de la Corte Constitucional en su sentencia T 296/13, la alcaldía sigue sin mantener el principio de imparcialidad en la función pública en torno al tema de los toros.
¿Pero cuál es la urgencia de producir un comercial de propaganda negra contra los taurinos? Entre otras cosas, la Alcaldía había expulsado a los toreros que practicaban de salón en la Santamaría, aduciendo que la plaza presentaba grave riesgo de colapso, exponiéndolos con esta medida a la constante agresión en los parques donde deben practicar ahora. Aunque se supone que la plaza está en intervención estructural por una empresa que ganó la licitación, se ve que no es óbice para que dentro de ella Canal Capital produzca un comercial dirigido contra una minoría cultural presente en la ciudad desde 1551 hasta nuestros días. Es, desde luego, el ahíto de la corrección pública, su producción diaria de demagogia en la propaganda, la moralina que se escandaliza por el león cazado y no por los 12.000 niños portadores de VIH en derredor al felino, hasta entonces indiferente para la trama global. Si como dijo el filósofo catalán Gómez Pin, para el PIB mundial tiene más peso un gato parisino que una familia africana completa. Lo trágico, es que ya hasta el león cazado en Zimbabue tiene más peso en el escalafón de la indignación moral que los 39.000 niños muertos anualmente por desnutrición en dicho país, que además está en el último lugar de la medición de la Unicef sobre esperanza de vida infantil en todo el mundo. Algo paralelo sucede en Colombia con el tema de la tauromaquia en contraposición a los reales dramas de la nación, como, por ejemplo, la desnutrición infantil en La Guajira, que mata niños semanalmente. Desde aquí, es evidente, solo podemos extender falsedades contra la diferencia, aquella que no puede entrar en la trama de corrección de aquella aparente y espontánea sensibilidad moral, si es que puede decírsele así a la actitud que obvia la gran estela de mortandad infantil en despecho de un león, o de un toro.