lunes, 11 de noviembre de 2013

Una historia underground de la tauromaquia americana


Con la entrada en vigor de la temporada mayor americana nuevamente asistimos a la parodia de la Fiesta.

La concurrente lidia de novillos que se hacen pasar por toros, y el eufórico ánimo de públicos ignorantes de las más elementales reglas del toreo puro, hacen al continente presa de desprecios por parte de cierto sector del taurinismo europeo. Sin embargo, reseco ya de tantas burlas recibidas por dicho sector sobre la dignidad de la Fiesta en América, debo concordar que tales burlas son hermanas de las trampas que algunos toreros imponen a lado y lado del Atlántico. Las burlas están aupadas en su mayoría por lo que ocurre cada domingo en la Plaza México, confundida como supuesta "Primera y más importante plaza de América", con lo que el aficionado europeo supone que todo lo ocurrido en el tema taurino en América es idéntico a lo que malamente ocurre en aquel albañal. Esto desde luego tiene sus desventajas. Por ejemplo, si la opinión europea está de acuerdo en que el toro americano es indigno, chico y mojiganguero según lo que ve en la Plaza México: ¿Qué queja puede enunciarse contra la figura que hace trampa lidiando novillos en América?

La conducta correcta del buen aficionado europeo debería reducirse a aprender un universo casi subversivo, por oculto y desconocido. Underground es una palabra que debería usarse aquí para definir la tauromaquia americana alejada de los prejuicios. Lo que le compete al aficionado europeo es tomar la conducta de los conquistadores de hace medio milenio ante un universo desconocido, nuevo, rico y multitudinario en matices. De hecho la historia taurina de América no ha sido ni es necesariamente una historia del toro mediocre y el público fácil y festivo.

Esta publicación inicia con un toro de Guachicono de la camada actual. El toro será lidiado el próximo 31 de diciembre en Cali con un cartel emintemente colombiano, ante la imposibilidad de conseguir un torero español que quisiera cruzar el atlántico para torearlo. Su sola presencia viene a desmentir cualquier burla sobre la condición del toro americano, que si bien por cuestiones zootécnicas y topográficas es de un tipo más reducido que el europeo, tiene su dignidad. Que los toreros españoles impongan condiciones donde lo lidiado se presenta como un animal lamentable, es otra cosa, pero no excluye la existencia de docenas de ganaderías dignas en toda América. El toro americano no ha sido visto por la mayoría de la afición europea, y bajo ese desconocimiento también se esconde el de la afición seria americana, y el de nuestra historia.


Por ejemplo, considero que la anterior foto es al mismo tiempo el testimonio más contundente de la afición seria americana. Corresponde a un cartel de barrera puesto por los gaonistas en El Toreo de la Condesa el 19 de noviembre de 1944. Los gaonistas, aficionados que iniciaron su taurinismo siguiendo la tauromaquia de Rodolfo Gaona en la edad de oro del toreo, eran ortodoxos y rigoristas, exigentes de la casta, y el buen torear. Denostados por oponerse a la construcción de la Plaza México, pues intuyeron que era imposible garantizar la afición pura de 45.000 personas, los gaonistas mantuvieron en un espacio reducido un tipo de tauromaquia independiente (recordemos el veto a toreros españoles tras similar acción en España contra Fermín Espinosa en los años 30`s), eminentemente mexicana en sus tipos, pero que mantuvo al toro como eje de la Fiesta. De entonces datan todas esas imágenes de tercios de varas con toros romaneando.


Aunque parezca irreal, la anterior foto corresponde a un toro de Xajay en los años 30. Dicha ganadería hoy en día es un criadero casi canino para figuras del toreo españolas. ¿Qué ha cambiado desde esta época donde los toros tenían bravos tercios de varas, pero suficiente calidad en la muleta para la práctica del toreo aindiado, templado y reposado de Fermín Espinosa y Lorenzo Garza? La afición, cosa que el siguiente documental narra con maestría de género:

                  

La desaparición del los gaonistas por vejez, y también por la puntilla de una tauromaquia mexicana que empezó a prescindir del toro, dejó huérfana a una afición americana que nacía hacia las grandes ferias copiando el modelo de San Isidro. Sobre todo en Sudamérica, los toreros españoles lidiaban hasta reses de media casta,  por ejemplo cuneras llaneras en Colombia y Venezuela, o criollas puras por cruce en Ecuador, Perú y Panamá. A modo de anécdota, puede decirse que además de la incursión de Belmonte en Lima, es Alcalareño el primer torero español que lidia algo serio en Sudamérica: mató al Miura 'Papelillo' en Bogotá, en tarde donde no se consiguieron picadores; su heroísmo trascendió a toda la sociedad bogotana, logrando poner por primera vez al toreo en las primeras páginas de los dos diarios importantes de la época.

La década de los 30`s supuso el incipiente nacimiento de la cabaña brava americana, donde primó la sangre veragüeña y la santacolomeña, obviando, claro está, el asaltillamiento en México. Los públicos aún aprendían las claves y reglas del toreo moderno, y la tauromaquia empezó a regularizarse. La década siguiente estará atravesada por el estremecimiento que supuso la irrupción de Manolete y su tauromaquia, además de la respuesta mexicana, comandada por Silverio Pérez. Nuestra tauromaquia entonces era vislumbrante, abierta a los desbordante de la mass media y las plazas fijas, las ferias y las ganaderías americanas.

Los revisteros cumplen entonces una valiosa labor al informar a la afición sobre la naturaleza de un arte que arrebata pero que no puede ser explicado racionalmente por una afición que pasó de la casi anárquica capea de barrio americano al fasto de la plaza fija, las decenas de miles de personas congregadas y la quietud al torear. Es necesario recordar que salvo Lima, nuestra tauromaquia decimonónica se parecía más a una capea que a lo realizado por Frascuelo, El Guerra o Lagartijo. La afición debió madurar de un solo golpe. ¿Qué pasaría entonces con la madurez adquirida tras una década de nacimiento y aprendizaje?


Particularmente en Bogotá se da el fenómeno del nacimiento de innumerables peñas taurinas, que además de funcionar como grupos de estudio y tertulia, sirven como manifestación en la plaza y termómetro de toda una afición. Desde entonces, identificados con sus uniformes para ser visibles a la afición que creía más en sus conceptos antes que en el de los revisteros (algunos corruptos,) las peñas taurinas bogotanas signaron la identidad de una plaza donde es posible ver corridas toristas, en tipo con el encaste lidiado; corridas impregnadas, si fuera necesario decirlo, de seriedad. Una plaza americana donde puede verse torear a El Califa, El Cid, Urdiales, Juan Mora o Robleño, plaza donde además salieron reventados toreros como Aparicio, Ortega, Antoñete, El Juli o Ponce, no es una mala plaza, y habla de una identidad construida, y mantenida en contra de empresas, sindicatos y sistemas de figuras. Hoy Bogotá cuenta aún con más de 25 peñas, algunas no regularizadas o reconocidas, y que abarcan un espectro que va desde el torismo más intransigente (y bien vestido) hasta las peñas favorables a El Juli o Manzanares. Los uniformes actúan también para diferenciarse entre sí, según los matices acabados de exponer. Cabe preguntar: ¿Es la idea de plaza americana que el prejuicio y mala estrella de la Plaza México ha regado en Europa?

La situación es ilustrada por este par de faenas de El Califa ante toros en tipo Contreras de la ganadería de Mondoñedo, quizá la mejor en el tercio de varas de todo el continente. El Califa acababa de llegar de abrir en junio del 2001 la Puerta Grande en Madrid con toros de Dolores Aguirre, y no vino de vacaciones de invierno precisamente. Con una cornada de 11 centímetros y tras cinco minutos en la enfermería, salió a pegar una serie tan rara como estremecedora. Los toros pidiendo carnet. Luego, el toro de Santa Bárbara en distintos registros (bonanciblemente noble, bravo y encastado y manso encastado) para un cartel que rara vez puede verse en otras plazas americanas. Finalmente, las hechuras y trapío de los toros en las tardes de figuras hace algunos años, con el fácil y festivo público consuetudinario que arrastran las figuras a cualquier plaza.  Es definitivamente la historia de una plaza distinta con respecto al prejuicio europeo hoy en boga:

                            
               
                           

                          

La historia americana continúa entonces con la consolidación de dos plazas: Cali y Guadalajara, ambas famosas por echar el toro grande, aunque sin embargo la distancia en el talante de la afición de ambas plazas es abismal. Cali semeja a una Pamplona: desbordante de gozo, descontrolada, en ambiente de feria.  Por otro lado,  Guadalajara  entraña la seriedad más aguda de las plazas de México, con un toro en tipo y una afición que gusta de él.

          

Como se ha notado en la foto inicial, el toro de Guachicono siempre ha tenido unas astas pavorosas. Entonces, las figuras del toreo también tenían que lidiar las corridas duras en América. No se venía de vacaciones.
Tercio de varas en Guadalajara.
Si la mención de Cali y Guadalajara es un ineludible en esta historia underground de la afición en América, sería impensable dejar pasar de largo a la afición de Lima, la más antigua del continente. Una vez que se acepta que el toro americano tiene un tipo y un comportamiento distinto que el europeo, y por tanto esto determina la tauromaquia, debe pensarse que Lima tiene una particularidad especial que la hace más valorable: se sabe que la ganadería brava peruana quedó devastada tras una reforma agraria que quebró a las ganaderías históricas hace algunas décadas. Desde entonces, las pocas casas ganaderas peruanas deben hacer frente a una explosión de festejos populares en el Perú profundo(más de 600 al año, cifra récord en América), y sin embargo, las ganaderías no tienen ni un tipo ni un nivel adecuado para una plaza de primerísima importancia como Acho. La seriedad de la afición limeña se manifiesta cuando importan la totalidad de sus encierros desde Colombia, para mantener el nivel de la plaza, aún en detrimento del característico nacionalismo de todo americano. El siguiente toro, de nombre Vencedor, y proveniente de la ganadería colombiana de San Sebastián de las Palmas, fue indultado en Acho el año pasado por Alfonso de Lima, torero peruano. Imposible encontrar más americanismo taurino.


Si esto es una especie de historia, necesariamente tiene que concluir en el siglo XXI y en la labor del Tendido 10 de Acho, organización cuyos ecos de exigencia y conocimiento, recuerdan a sus herederos americanos en la historia: los gaonistas, y el tendido de sol de Bogotá con sus peñas. El Tendido 10 de Acho, como cuenta en su blog, es una peña taurina que contribuye a la "revalorización de la feria taurina del Señor de los Milagros", labor que se cumple con la exigencia en la plaza, y la labor crítica de blogs como el excelente El Desjarrete de Acho, además de la puesta en marcha de estrategias que involucran los medios actuales, como Youtube. De lo anterior es prueba el siguiente vídeo, donde el buen aficionado logra reconocer en su previzualición a Chupetero II y a Dax. Acho, con La Santamaría de Bogotá aún cerrada esta semana, es la plaza más importante y seria de América.

              

Hasta el momento hemos recorrido una historia de la afición y la tauromaquia americana que sirve para desmentir el fantasma del coso de insurgentes. La estrechez de miras no puede derivar en que se confunda lo ocurrido cada domingo en la Plaza México con la rica y variada realidad de la tauromaquia americana, apenas aquí vislumbrada para efectos de desmentir la supuesta superioridad de la plaza del D.F. en todo el continente. Una plaza seria, a mi modo de ver, se caracteriza por una afición incipiente en el estudio y la divulgación. También en una plaza silenciosa, exigente del tercio de varas y de las condiciones mínimas de trapío. La manifestación de seriedad en América puede encontrarse en las corridas de Mondoñedo con más de 13 varas en Bogotá , también en los pitos y matracas de Acho contra la trampa de las figuras, y en las inalterables condiciones de trapío de Guadalajara. Indudablemente, también tendrá que verse cuando Cali recupere el ritmo tras una pasada década desastrosa, cosa que promete hacer la nueva empresa apostando por el Toro, como se ve en la foto que inaugura esta historia. Es evidente que si en España la identidad de una plaza cambia cuando a ella llegan las figuras, en América ese fenómeno está agudizado, pero en el fondo, el espíritu de la tauromaquia americana es otro. Como América misma, es un concepto aún en construcción.










En orden de aparición: 1) Sasaimuno, Contreras de 534 kilos de la ganandería de Mondoñedo, lidiado el 5 de febrero del 2012 por Luis Bolívar en Bogotá, considerado como el toro más bravo de la temporada mayor en Colombia. 2) Segundo Santa Bárbara de la segunda comparecencia de Diego Urdiales en Bogotá. 3) Sasaimuno en la muleta. 4) Un toro de Fuentelapeña, ganadería colombiana que marcó época en Cali. 5) Un Tenexac mexicano, procedencia Piedras Negras, lidiado este año en una plaza portátil. 6) Un Rancho Seco lidiado este año en Guadalajara. 7) Un Fuentelapeña en el campo.  8) Un Mondoñedo en el caballo.