lunes, 25 de noviembre de 2013

24 horas sin toreo en Bogotá, pero cinco siglos de gloria taurina


La inminencia del pronunciamiento de la Corte Constitucional sobre el perjuicio a la libertad de los taurinos en Bogotá tras la velada abolición que efectuó Gustavo Petro, tiene algo intranquilos a los colectivos animalistas de la capital del país. Para simplificar las cosas, acaso de un modo algo abusivo, recordemos los precedentes y los contextos del caso: la Corporación Taurina de Bogotá, entidad que organizaba las corridas de toros en La Santamaría, interpuso una tutela que invoca el cumplimiento del derecho a la libertad de expresión, y en segunda medida, el derecho al trabajo. El derecho a la libertad de expresión, consignado en el DDIIHH, estipula que no puede ni cohibirse ni perseguirse al ser humano en función a su cultura, preferencias sexuales, identidad o género. ¿Y cómo altera este derecho al ser humano taurino cuando se efectúa una prohibición de las corridas? La tauromaquia, como una expresión cultural protegida por los estados firmantes del Convenio de París de la UNESCO en 2005, ha sido blindada en países europeos como Francia y España bajo el cánon de Patrimonio Cultural, y tan solo el 5% del territorio portugués carece de este tipo de declaración. La Corte Constitucional, órgano que en pasadas sentencias ha dejado en claro la irrefutable naturaleza de expresión cultural de la tauromaquia, seguramente se pronunciará en sentido positivo para los taurinos invocando que la prohibición velada de las corridas en Bogotá, viola el equilibrio reflexivo que debe haber entre los supuestos derechos de los animales (legalmente hablando) y los derechos humanos en materia de libertad de expresión e identidad cultural. Está fuera de toda duda desde una visión correcta, esto es, antropológica, que la tauromaquia es una cultura, y que en torno a ella se teje la expresión e identidad de una minoría con derechos. La velada prohibición de las corridas de toros en Bogotá viola estas libertades civiles.

Se ha hablado al principio de la publicación sobre la intranquilidad de los amantes de los animales, y se ha puesto por prueba una foto donde el ciudadano Felipe Alejandro Riveros lanza una pregunta al aire (clic en la foto de arriba para verla completa). Las ediciones sobre el texto de la pregunta son declaraciones de lo poco que lo ve él mismo. Vinculado con Animanaturalis y Animal Defenders, este ciudadano en su legítimo derecho a la libertad de expresión, participa en un evento que por 24 horas hará una serie de actividades en torno a algo llamado "cultura de la vida y la no violencia", de cuya configuración antropológica según los principios de esta ciencia social, poco claro algo tenemos. En mi legítimo derecho a la libertad de expresión, me permito responder a su pregunta.



"Hubo épocas en que la humanidad (sic) consideraba justificable y lícito quemar brujas, comerciar con personas, arrasar naciones por creencias religiosas o encerrar animales para matarlos por diversión

Hoy, de todas estas actividades sólo una (sic), la última, es considerada legal en ocho países del mundo, uno de ellos el nuestro. Recientemente la Corte Constitucional colombiana, máxima autoridad en materia judicial, profirió una sentencia que desestimula (sic) estas prácticas en el territorio nacional, y en todo caso prohibe (sic) que se inviertan en ellas recursos públicos, con lo cual ciudades como Bogotá perderían automáticamente su tradición.

Sin embargo, la Corporación Taurina de Bogotá exige que la plaza Santamaría de Bogotá, que es de la ciudad, se reabra de nuevo al público para que presencie estas actividades, con tal de que quienes se lucraban con ellas no pierdan su empleo.

Si usted fuera la Corte Constitucional, ¿qué diría?..."


Este animalista pide que el ciudadano, por un momento, sienta empatía por la Corte Constitucional para la respuesta del interrogante. De entrada es necesario responder que solo le sería lícito responder a un ciudadano informado sobre la jurisprudencia, con experiencia en la judicatura y con conocimiento de la profesión, esto es, que el ciudadano sea un juez formado en el derecho constitucional. De lo contrario, sería como preguntar sobre una ecuación de tercer grado a una persona que no sabe ni sumar ni restar. La pregunta, propia de tribuna, es terriblemente inane como retórica.

Hablando de retórica, el uso indiscriminado de las comparaciones con fenómenos humanos es el único caballito de guerra del ciudadano (y del animalismo en general) para explicar la inmoralidad del toreo o el especismo, bajo el sofisma del "principio de igual consideración". Se nos pide que hagamos una extrapolación de situaciones. Considérese que algunos casos de violencia contra la humanidad han sido dejados, y que ello demuestra de manera incuestionable que debemos abandonar similares casos en animales no humanos. ¿Pero qué tanto se puede defender esta extrapolación, digamos, a un nivel empírico de nuestras intuiciones morales, pero también a través de la realidad de los fenómenos citados, algunos de ellos eminentemente antitaurinos? No pasa inadvertido, por ejemplo, que comparar la tauromaquia con la quema de brujas es una declaración de desconocimiento sobre la naturaleza de ambos fenómenos. La quema de brujas se inscribe en un proceso que, como la inquisición, fue atrozmente antitaurino, persecutor de taurinos a niveles de llevarles hasta las piras de las hogueras, como a la bruja del ejemplo. El comercio de personas, conocido como esclavitud, tampoco es un fenómeno extinto o ilegal en algunos países contemporáneos, pero de ello no se sigue que la violación a un derecho humano como el de la libertad, deba compararse con la tauromaquia desde una posición antitaurina, abiertamente en contra de la libertad cultural humana del taurino. 


El forzamiento retórico de los ejemplos son considerados como falacia lógica por cuanto la conclusión no se sigue exactamente de las premisas, sino de ejemplos ajenos a ellas. Por ejemplo,  A (el toreo) es B (malo) entonces C (debe prohibirse) , pues D (la esclavitud, las tormentas del trópico, Hitler) es B entonces E ( ya fue prohibido).


[A . B -> C porque D . B ->E] Donde A es convenientemente cualquier ejemplo que yo sea capaz de imaginar, pero ajeno a la verdadera premisa [ D . B ->E] porque A no es igual a D. 


En lugar de tauromaquia, A también puede ser antitauromaquia. Por ejemplo, decir que así como hoy se considera malo restringir la libertad de los humanos como antaño se hacía con la esclavitud, hoy debería considerarse cosa semejante con los intentos de restringir la libertad de una cultura que no viola un solo derecho humano. El animalismo es hábil en el momento de condenar cualquier atisbo de atropocentrismo, pero también es incapaz de formular una ética animalista en independencia de cualquier mención a ejemplos humanos.




Pero la suma declaración de bienintencionada ignorancia en la pregunta del ciudadano, es considerar al toreo bajo la forma de "encerrar animales para matarlos por diversión"Este error es común en todos los textos canónigos del animalismo, como los escritos por Francione, Singer o Regan, por lo que no puede esperarse que palafreneros de cuarto y hasta quinto orden en el movimiento animalista, eviten pensar esta equivocación, conveniente por demás al momento de desinformar a una opinión pública hostil. El toreo, se ha dicho antes, no es una diversión, es un rito severo, que configura una cultura humana minoritaria, y cuyos móviles son tan graves que implican la vida y la muerte de humanos y animales. El taurino no va a la plaza con la lesiva intención de divertirse, pues asiste a un rito que forma su identidad, y lo vive con pasión pero también atendiendo a todos los estudios necesarios para entender las suertes de la lidia. En la corrida, no se entrega groseramente al goce gratuito, pues el taurino está pendiente del cumplimiento cabal de todos los cánones del toreo, la integridad del toro y la justicia en la lidia. Para divertir existe, en cambio, una rama de la tauromaquia, bufa ella, llamada toreo cómico precisamente por cuanto se diferencia de la lidia en que existe para divertir. Es mayoritariamente practicada por enanos que hacen las veces de dominguillos, se dejan revolcar por la vaquilla a la que jamás se hiere o mata, y consiste en la depauperización del humano frente a la bestia rabiosa. La distorsión del toreo cómico corresponde plenamente a la visión poco informada del antitaurino con respecto al rito de la corrida de toros, pero el toreo es otra cosa. Con evidencia.

¿Qué más puede decirse de la bienintencionada queja del ciudadano? Resumiendo: nos pide que hagamos las veces de un cuerpo judicial para el que no estamos aptos, pues se confunde sabiduría jurídica con intuiciones u opiniones morales. Se plantea la comparación agravada con fenómenos humanos que a la postre se identifican de manera plena con la naturaleza histórica de la antitauromaquia. Se desconoce de manera aberrante la naturaleza de las corridas de toros. Para no ser menos explícitos, es necesario recordar la edición oculta de su texto. Según él, si la Corte Constitucional se pronuncia a favor de la libertad cultural de una minoría, eso sería "como defender hoy a quienes quemaban las brujas o vendían los esclavos". ¿Se quemaba brujas porque esto era el rito de una cultura milenaria? Resulta poco plausible aceptar la comparación, pues el Santo Oficio fue más un aparato penal que cultural ciertamente. ¿Se vendían esclavos por cultura? Desde luego, se confunde de manera infantil una transgresión moral encubierta en el concepto de propiedad económica, con una cultura milenaria. Y así, hasta el infinito, toda la sucesión de ejemplos imprecisos.

Como se ha nombrado la palabra infinito, recordando al tiempo, no debemos perder de vista que este antitaurino fue el creador de un evento en Facebook que invita a los animalistas y antitaurinos a asistir a la maratón "cultural, artística y lúdica" que dejará en claro que el toreo no es una cultura, y que sucesos de "radiofonía" demuestran de manera poderosa que no es necesario matar animales para hacer arte. ¿Y para hacer ritos de sacrificio? ¿Vendrá el inválido ejemplo de los sacrificios humanos, violatorios de los derechos humanos que el toro de lidia no posee? En cualquier caso este evento que promete dilapidar recursos en una maratón de 24 horas sin tauromaquia, no excluye una historia de grandeza de cinco siglos, donde Bogotá ha sido centro de la cultura taurina en Colombia. Le convendría a esta buena gente estudiar qué es una cultura, el derecho humano y desde luego la verdadera naturaleza del toreo, antes de emitir un solo juicio moral basados en la espectacularidad de la sangre ritual. 




Nota adenda: se ha querido contestar a esta publicación que "también los mesoamericanos tenían una cultura configurada en torno al sacrificio humano". Esto no dota de ningún sentido a cualquier argumentación sobre la necesidad o no de una cultura en general y a la tauromaquia en particular. La queja contra el sacrificio humano no es la cultura, es la violación del derecho humano a la vida. El toreo no viola derechos humanos, por tanto la comparación está fuera de foco.