viernes, 2 de agosto de 2013

¿Qué es el monoencaste? Increíblemente, encastes en peligro de extinción

El monoencaste no es un juego, y menos en el siglo XXI.

¿Qué es el monoencaste? Aquella actitud histórica de las figuras, que consiste en querer torear un solo encaste, precisamente el más fácil, o mejor, el menos problemático. Antes del Domecq, como monoencaste  estuvo el Urquijo y el Galache, y antes,  la guerra que desoló los campos, y mucho más atrás, el Martínez; pero mejor, una digresión histórica: la tauromaquia conoce una época de esplendor en el tema ganadero a mediados de los años 40´s y 50`s, con el glorioso campo charro cuya decadencia contó el maestro Navalón en su Viajes a los toros del sol, de obligada lectura, y de donde saco los datos. Tal época dorada de la casta, la bravura en el caballo, las banderillas y la muleta, estuvo cifrada en hierros como el de don Alipio Pérez Tabernero, Miura, Cobaleda, Pablo Romero (siempre don Felipe de Pablo Romero), Escudero, Tulio e Isaías Vázquez ( o Isaías y Tulio), e incluso la aparición de Núñez y de las líneas de Conde de la Corte cuyo tronco parladeño era el más puro. Fue la gloria.

Luego viene la tristeza: se empodera el concepto de figura del toreo todo poderosa, con El Cordobés, torero que lleva al extremo sus exigencias. Recordemos que antes de él, ha sido otro califa, Manolete, quien ocupe el puesto de figura absoluta del toreo en su época, pero también es necesario que rememoremos que Manolete muere entre los pitones de Islero, un Miura, esto es, siendo la máxima figura de su época, estaba obligado a lidiar los hierros duros y míticos. Tras Manolete, ocupa el lugar de la batuta de la Fiesta, pero no de la época,  el genial Pepe Luis Vázquez, lidiando 10 años seguidos la corrida de Miura en su natal Sevilla, plaza en la que podía darse importancia, exigir e imponer. Como sea, lo de Manolete o le Pepe Luis, raya en el absoluto contraste con lo de El Cordobés, torero que copa su mercado y carteles con toros de Galache, los más blandos de la época.

¿Y eran blandos los Galache? No sé, porque entonces acude a la memoria esa anécdota del maestro Navalón: invitado a la finca que se alzaba como némesis del campo bravo, a Navalón le sueltan para torear en la placita de Hernandinos, vacas cinqueñas de Galache, enormes y encastadas , que el maestro debe sortear no sin aprietos. Concluye: "Galache tiene toros bravos, pero en el campo". En las plazas, lo lidiado por el Cordobés producía dudas razonables sobre su edad e integridad, y si uno lo piensa, era apenas lógico que un "salto de la rana" precisara de un toro lento, tontón, sin integridad en las astas y sin casta explosiva.

El monoencaste se revela ante nosotros en primera instancia como la trampa de los maestros, que acotan por la vía de lo fácil, en lugar de exigirse con hierros complicados, para darle dimensión a su maestría. Entre otras cosas, porque el toreo no puede ser un plan de jubilación. Y sin embargo, el monoencaste pasa de ser una trampa del maestro a una trampa para todo el sistema: si una clase de toreros copan el mayor porcentaje de un mercado, y solo lidian en tal copamiento un encaste, ocurre un monopolio que desequilibra las fuerzas y deja a muchas ganaderías al borde de la extinción, debido y con mucho, a que lidiar en pocas oportunidades equivale a tener menos dinero para la crianza del toro, y en últimas, de toda la ganadería.

Solo por lo anterior, es que uno puede trazar una relación entre el monopolio de lo Galache en aquellos años, y la total desaparición del esplendor del campo charro: mucho Galache es cada vez menos Graciliano Pérez Tabernero, mucho menos Pablo Romero; mucho Galache en las plazas, redunda en menos variedad, y más toros de Escudero en el campo, y finalmente en el matadero, ante la quiebra del ganadero.

Podemos resumir lo dicho así: a la variedad de encastes se le contrapone el deseo de un torero de solo lidiar el más fácil; tal torero, o mejor,  tal grupo de toreros, tienen el monopolio de los carteles en las ferias, o sea, el mayor número de corridas. Se establece un monopolio, que afecta la salud de las ganaderías anteriores, hasta que éstas no pueden aguantar el tirón y sobreviene la ruina económica; las ganaderías se extinguen, pues el monopolio avanza y hay cada vez menos espacio para la variedad de encastes.

Así que uno puede concluir que la manera más expedita de eliminar una ganadería, es sacándola del mercado;¿es así únicamente? Es entonces cuando la justicia de la historia, disfrazada de ironía, aparece ante nosotros: NO HAY UN SOLO MONOENCASTE EN LA HISTORIA QUE, CON LOS AÑOS, TERMINE TAMBIÉN EN EL MATADERO Y TOTALMENTE EXTINTO EN SU CONCEPTO DE TORO.

Lo anterior tiene una explicación aún más perturbadora: de tanto rebajar la casta del toro a pedido de las figuras, una ganadería termina desfondándose, o perdiendo toda reata que tenga casta, produciendo progresivamente toros cada vez más nobles y domesticados, que al final no van a servir para la lidia, pues no embestirán de bravos, resultando toros que ya no son de lidia, sino otra cosa. Si alguien quiere entender esto mejor, que estudie el progreso de degradación que ha sufrido todo monoencaste en la historia (Martínez, Urquijo, Galache) y que observe cómo camadas enteras, de un año para otro, se quedaron en el campo, y tuvieron que marchar a paso de cabra hacia el frío de los mataderos.

Es inevitable que cada monoencaste pierda su bravura. Si uno compara los toros de Victoriano del Río con que José Tomás cortó 4 orejas en Madrid en el 2008, con los toros de la misma ganadería que este año se llevaron ridículamente el premio a mejor encierro del San Isidro, uno encuentra diferencias abismales de presentación, casta, comportamiento, modo de embestir e incluso duración. Mientras Tomás los lidió en los medios y los cerró para matarlos, a los toros de Victoriano de este año se les toreó en las rayas. ¿Y qué decir de Zurcidor, Beato, los Ventorillos e incluso los Jandillas lidiados por César Rincón, comparados con lo que hace dos años viene saliendo? Es un ejercicio tan interesante como deprimente,el contrastar toros de monoencaste de la década pasada con los toros de estos últimos 3 años; así que si el lector no hace ejercicios melancólicos, es mejor que no contraste nada.

¿Y cuál es el lío, si con una actitud mediocre podemos justificar a las figuras de hoy, diciendo que en los años 60`s también había monoencaste y fraude? Hay una pequeña diferencia: el toreo hoy sufre un momento de depresión tremendo, con una reducción de festejos y de públicos, en parte por la embestida antitaurina, y en parte por la corruptela del sistema actual, a lo que hay que sumarle la politiquería en torno a la abolición: 3 males para llorar. La comparación histórica además no puede ser cierta: si El Cordobés impuso un encaste en el grueso de los carteles, también es cierto que las otras figuras de la época estaban obligadas aún a preservar la diversidad de encastes. Por eso uno ve que El Viti en aquel año de 1965, abrió dos veces la puerta grande de Madrid: una con monoencaste, sí, y la segunda con toros de Miura. Lo mismo para el resto de figuras (Camino, Puerta, Ordoñez y su Palha en Bilbao), actitud que incluso puede rastrearse finalmente hasta la figura de Ponce, que mata todos los encastes; pero después de él, el diluvio. Cuando entonces nos preguntamos la diferencia con la situación actual, debemos respondernos que las figuras de hoy, a diferencia de las de antes, no lidian diversidad de encastes ni hierros bravos. Los toros bravos están siendo lidiados en Francia, pues en España, 2 de cada 3 toros lidiados son de encaste Domecq. En la imagen que inicia esta publicación (sátira realista o realismo de la sátira) , podemos ver una relación correspondiente a este año, que arroja un panorama desolador: todos los encastes que no son Domecq o Núñez, tienen una situación crítica y están perfilados para la extinción.

¿Y si Francia, ante el evidente envejecimiento de su afición, termina también por reducir festejos, y los hierros se van al matadero, y tiempo después el monoencaste toca fondo? No es una pregunta apocalíptica, alarmista o mal sustentada: es lo que tenemos que pensar, pues si no lo hacemos, hay una alta probabilidad de que la tauromaquia se muera, y no por antis, políticos oportunistas o sistemas económicos insostenibles: se acaba, porque ya no hay toro que torear.


Lagarto, bravísimo toro de Cebada Gago, lidiado en Francia y no en España

Así que, lejos de imaginar que las figuras sin toro se dignen a  lidiar entonces la casta navarra o la casta portuguesa cuando ya no tengamos ganaderías, debemos como aficionados preguntarnos algo: si las figuras del toreo, que son 11 hombres, tienen el poder de actuar en más del 70% de los carteles lidiando SOLO MONOENCASTE, ¿por qué no exigimos que salven de la extinción a Concha y Sierra, toreando por lo menos 4 corridas de este hierro al año? 11 hombres para 4 de Concha y Sierra, un hierro que ayudó a cimentar las bases del toreo moderno en aquellas míticas tardes cuando Joselito y Belmonte  toreaban los salpicados. 11 hombres que solo tendrían que matar dos toros de Concha y Sierra al año. ¿Es tan difícil? ¿Y si esto lo hicieran con los 16 encastes en peligro? Un torero como Morante, de las figuras el que menos torea, puede actuar 25 tardes en Europa al año. Bajo el modelo de la diversidad de encastes, solo tendría que torear 4 tardes con hierros distintos al Domecq, en especial los hierros en estado crítico, y le quedan 21 tardes para hartarse con toros de Victoriano, Garcigrande, Domingo Hernández, Daniel Ruiz, Jandilla, Jandilla, Jandilla, Jandilla, y otra vez Jandilla. Y Jandilla.


Este año, los últimos Coquillas de Sánchez Fabrés terminaron en el matadero. ¿Cuál fue nuestra respuesta, además del terrible acto de dignidad del colectivo Pedro de Llen? La respuesta de Francia es llevarse los toros de Concha y Sierra para su territorio, antes que verlos en un matadero, prefigurando que en España no les queda más opción. Pero es necesario insistir en que el modelo francés no puede resistir el resto de España, pues con los años no se resistirá a sí mismo, ante el envejecimiento de la afición. ¿Qué pasará entonces?



La Plaza de Céret, la más seria del mundo, tiene como política no repetir encastes durante el año, garantizando en sus dos ciclos la mayor variedad. Pero esta heroica labor no puede sustentar todo un sistema, que involucra a más de 8.000 reses bravas en peligro de extinción. Lo de Galache y lo de Urquijo se quedaron en el campo, y terminaron en el matadero, y tales monoencastes fueron reemplazados por la armonía del Domecq, con su explosión en el último tercio, su transmisión y recorrido, pero, ¿hemos visto algo de eso en 20 tardes de monoencaste en Madrid 2013? O peor, ¿Es imaginable una corrida de Jandilla como las dos echadas en Madrid, pero en Céret? Hay una Fiesta que se equivoca, y otra que no está equivocada.


Después, se nos revela mezquino que 11 hombres que copan la mayoría de carteles, estén matando la diversidad de encastes, y con ella, al toreo. El monoencaste no puede ser más un premio, ni una exigencia, ni un supuesto requisito para hacer arte, porque el genial y gran Pepe Luis hizo ARTE con Miuras 10 años seguidos en La Maestranza. Uno tiene que estar absolutamente seguro de algo: a las figuras no les hace falta valor, quizá sí costumbre, para medirse a un Concha y Sierra, un Partido de Resina o un Vega Villar o un Urcola: ellos huyen de estos encastes porque nosotros se lo permitimos; así que en el fondo, los perros que huyen del becerro somos nosotros, que tenemos miedo a mirar si las verónicas de Morante o el temple de Manzanares, o la técnica de El Juli, son reales o posibles con la embestida de un Pedrajas, por ejemplo. Sucede y pasa que la grandeza de Joselito y Belmonte, consistió en adaptar un concepto del toreo al toro duro de la época: hoy, es el toro quien tiene que adaptarse a un concepto del toreo, y esto nos lleva a un holograma de la realidad que algún día se romperá definitivamente.


Al tópico argumento de que con los hierros duros no se puede hacer el toreo de arte, hay que responder que ni siquiera sabemos si el temple de Manzanares es posible con un Cuadri, pues esto solo se sabrá el día que se pare frente a uno.¿Acaso Morante no bordó el toreo por verónicas con Victorinos en Sevilla durante la feria del 2009? ¿Acaso Ponce no ha toreado con el mismo arte todos los encastes? También hay una percepción del toreo como valor, que me permito explicar con un ejemplo con el que no espero ofender, y si lo hago, ofrezco mis más humildes disculpas, pues intento explicar un principio, y no urdir insultos: hasta que entendamos la necesidad de la variedad de encastes, nos seguirá pareciendo que Padilla tras perder un ojo, adquirió de ipso facto el don del temple, ya que ahora torea más lento que cuando tenía sus dos ojos: el aficionado entenderá que no es temple, es el toro de monoencaste que Padilla lidia ahora: de tal suerte están hechas todas las falsedades de las figuras, el sistema, y el monoencaste. Si a alguien le parece que lo anterior participa de una ironía inaceptable, es necesario recordar que lo inaceptable será ver próximamente a los Concha y Sierra en el matadero. En cualquier caso, presento nuevamente excusas por el ejemplo.

Concha y Sierra, al borde de la extinción mientras en Madrid fracasaron 19 tardes de  Monoencaste

Pablo Romero en el campo, y no en la plaza.

Coquilla de Sánchez Fábrez: extinto 

Prieto de la Cal, no para Madrid, sino para Francia.