jueves, 8 de agosto de 2013

El animalismo como un problema de identidad

El animalismo, si no un inhumanismo, por lo menos debe considerarse como una alteración de la condición humana. El pensamiento animalista rebota desde la identificación del humano con el animal, también conocida como homologación de planos, y así hasta la arista contraria: reconocer la inferioridad del humano con respecto a cualquier animal. Sobre la primera, dicen que solo un exceso de fanatismo hacia nuestra propia especie, justificaría que no reconociéramos la igualdad con perros, caballos, runchos y cerdos. ¿Pero qué puede hacer una especie, además de identificarse consigo misma merced a la programación genética? Del otro lado, el complejo de inferioridad, que está dispuesto a reconocer la maldad del hombre y la condición angélica del animal: vacas, ballenas, mantis religiosas y papagayos, son mejores que el ser humano, en tanto a no destructores del mundo, etc.

Lo vamos a ejemplificar con estas dos imágenes del animalismo colombiano.

En la primera, Leszli Kalli, una animalista que por desgracia no figura en los afectos de la esposa del antitaurino alcalde Petro, se desnuda usando su cuerpo para llamar la atención y enviar un mensaje al godo y taurino Procurador, cosa por supuesto muy inusual en los animalistas: 

La imagen de los morados pezones de la señorita no pasa el Nihil Obstat, entonces es convenientemente censurada con imágenes edificantes del godo Procurador, a quien por demás va encaminado el mensaje.
La enunciación de la imagen se me antoja harto estúpida, por cuanto semánticamente la expresión "una gota de sangre es una gota de sangre", es de una obviedad hiriente, como decir 'un uno es un uno'. ¿Qué quiere decir la frase en el fondo? Obviamente, que la sangre es sangre, provenga de un feto (pues el Procurador es antiabortista) o de un toro de lidia. Biológicamente esto es por desgracia inexacto: la sangre de un feto no es igual a la de un toro, ni cumple las mismas funciones, ni contiene los mismos valores celulares. Incluso, dentro de la misma especie humana, la sangre de un ser humano no es igual a la de otro, pues hay tipos de tipos. Debemos entenderlo entonces como una expresión metafórica sobre la igualdad moral, aunque para los animalistas esto tenga evidencia de ser un principio de etología, de su particular etología: que todos los animales somos iguales, tenemos el mismo sistema de sintiencia, las mismas capacidades y anhelos, y como tal, tenemos todos los mismos derechos. ¿Es por ello que puede verse a los animalistas protestando contra el aborto, al igual que el Procurador y los católicos? Sería una buena reunión de dogmáticos. El gameto debería entrar en las aireadas protestas animalistas, siendo una vida de esas que entran en la categoría de "vida es vida, venga de donde venga(...) la vida se respeta sea de un feto". Sin embargo, los animalistas saben que emitir una opinión antiabortista, los sacaría del espectro de luchas actuales. Por demás, no he conocido el primer antitaurino o animalista que a su vez esté en contra del aborto. Da igual, lo aquí referido es que ni siquiera somos iguales en ningún valor a los simios con los que guardamos hasta un 97%  de correspondencia genética. Somos seres que a Gómez Pin le gusta llamar Homo Loquens, esto nos distancia del toro, al igual que la locomoción bípeda, los procesos neuronales únicos, los valores proteínicos en la cadena del ADN que regulan la fonación, el pensamiento abstracto y la técnica, etc. ¿Entonces cuál es la igualdad supuesta? Con ciencia, el Proyecto Gran Simio no ha hecho sino ratificar que pequeñas diferencias con simios superiores, redundan en la realidad como abismales diferencias, apenas evidentes si comparamos una civilización humana, y una apacible reunión de monos en la rama de un árbol. Por demás, los reales términos de la expresión deben considerarse así: "el animal merece derechos, por cuanto se parece a mí". ¿No es esto antropocentrista?

¿O es que somos los humanos quienes nos parecemos a los animales en las cosas buenas? ¿Puede ser un animal mejor que un ser humano? Tal es la impresión del presentador colombiano Pirry, feroz en su antitauromaquia y en su restaurante que ofrece carne de distintos animales a los comensales. Pirry envía un saludo a Natalia Parra (una curiosa patiño faldera de Anselmi) donde dice lo siguiente:



El mundo no nos pertenece, pues lo compartimos con "seres mejores que nosotros". ¿Se puede esperar algo de un afectado y mediocre periodista que intentan enmascarar la pornomiseria que vende en un criticado canal de televisión, como si fuera un documento periodístico serio? También da igual, aquí lo ridículo es la frase citada, que hace carrera dentro de la mentalidad adolescente de hoy: que los animales son mejores que las personas. Aquí obra el complejo de inferioridad que caracteriza al hombre de la posguerra, lo que se une a las críticas ecologistas de los años 90`s, que sumieron más al humano en una posición frívola y culpabilizada con respecto al mundo. Por ello, la moralidad como registro de valores se invirtió de una manera que Nietzsche no pudo predecir: no hacia un super hombre, sino hacia la bestia pura: la humanidad hoy se explica en su bondad sacando un perrito de la calle y publicitando el evento como ejemplo moral casi de imperativo categórico, y no, como en los 90`s antes del efecto PETA-GREEN PEACE, salvando niños con VIH en África. Por ello tenemos a un presentador para el que todo es un "drama desgarrador", y que se lucra vendiendo con morbo las historias más descabelladas de los caídos en desgracia en Colombia, opinando que un cerdo que cruza la carretera en un corregimiento del Tolima es mejor que él. ¿Pero en qué aspecto? ¿En realidad un animal puede ser mejor que un ser humano, tan solo por cumplir su programa genético? Por ejemplo, el ave de rapiña tiene mejor visión que un humano, es cierto, pero también lo es que el humano domina las aves de rapiña hace milenios en la hermosa tradición de la cetrería. Así, no podemos entender en términos biológicos esa asunción del "animal mejor que el hombre", ya que nos queda claro que somos distintos, y qué especie ha dominado a las demás mediante la técnica. Entonces la expresión debe referirse a que el animal es mejor que el humano en cuanto a su bondad e incapacidad para contaminar y destruir el planeta (cosa en la que por cierto no se ocupa realmente los animalistas, ya que viven en las ciudades con nosotros consumiendo al mundo), mentira esta pues sobre la bondad de los animales que incluso la teoría animalista desmiente. Singer, Regan, Francione, Nussmbaum, Carruthers, y todos los ideólogos animalistas, saben que los animales no son agentes morales, esto es, no son capaces de ejercer una moralidad en términos humanos, hacer el bien o el mal, o desprender una serie de escalas éticas. Por ello el león que devora una gacela no está violando ninguna ley ética, sencillamente porque no tiene obligaciones morales, y su acto no es maldad, sino programación genética. ¿Así que los animales no tienen moralidad, pero son más buenos que nosotros sencillamente por batir la cola cuando se llega a casa, o no desfalcar al estado o deforestar la cuenca del Amazonas? Sencillamente no puede ser cierto: el animalista y el taurino comparten la tendencia a antropomorfizar al animal; en el caso animalista, se dice que los perros son fieles, que los gatos son amorosos, y que los cerdos son atentos, cuando todas estas asunciones son modos de entender humanamente al animal, lejos de su real forma. Un perro es incapaz de ser fiel, pues no tiene una escala de valores y antivalores donde esté la fidelidad, la infidelidad, el compromiso, la traición, etc. El perro tiene una programación genética como estrategia evolutiva, que lo acercó antes del Paleolítico al humano, del que se provee. Lo que nosotros entendemos como amor, es la manera de subsistir del perro, su forma natural de ser que interpretamos ora como amor puro, ora como zalamería, pero en ningún caso como un valor moral asumido por el perro. ¿Entonces, en qué aspecto un animal es mejor que un humano, y no distinto? ¿Acaso extender nuestra moralidad preponderante, no es una forma también de antropocentrismo?

Sin dudas, se trata de animales humanos con serios problemas de identidad: o se creen iguales a un hamster, o inferiores a una oveja. Es evidente que una ética capaz de extender su influencia hasta los animales no humanos, no puede partir de una relación de igualdad (al no existir fácticamente en realidad, ni entre especie y especie), ni mucho menos desde una posición de inferioridad que nos ataría con más obligaciones hasta intervenir la realidad, como quiere Nussbaum mengelianamente. Para aquella fauna indefinida, unas palabras del filósofo Savater:

"La perspectiva ética se basa en el reconocimiento de lo humano por lo humano, es decir, en distinguir a los humanos de los demás seres naturales y asumir obligaciones respecto a ellos que no tenemos frente al resto de lo que existe. No se trata de que seamos los mejores ni los dueños del mundo: solo consiste en asumir prácticamente que somos importantes para nuestros semejantes y que compartimos un sentido simbólico, no meramente zoológico, que nos damos unos a otros. A ese sentido compartido solemos llamarle la dignidad humana y los derechos humanos son su codificación civil. Hay dos formas de malograr esos derechos: la primera, reservándoles para solo unos cuantos humanos y excluyendo a los demás, por razones raciales, ideológicas o lo que fuere; la otra, extendiendo tales derechos hasta que difuminen el perfil humano y lo confundan con cualquier otro animal, aunque no esté dotado de razón simbólica ni de libertad."

"Por lo demás, entre los hombres hay humanistas pero entre los animales no hay “animalistas”: sigamos su ejemplo."

De: Contra los animalistas, publicado en la misma revista donde Leszli Kalli nos explica que los animalistas son antiabortistas, pero nadie sabía...