miércoles, 27 de mayo de 2015

El dilema de Jabatillo-145


Se ha verificado en Madrid la corrida de Alcurrucén dejando como saldo la puerta grande de Sebastián Castella, ahíto de torear a Jabatillo-145, un colorado de presentación correcta en el encaste Núñez, de menos a más y al que se le dio la vuelta al ruedo póstuma.

        

El francés firmó una faena ajustada a la intensidad de Madrid, sin embargo en el filo del 2.0 en algunos pasajes, lo que a Las Ventas del 2015 le tiene ya sin cuidado. Cuando la faena perdía vuelo el de Beziers cerró a tablas al toro con doblones toreros, algunos de ellos realmente preciosos, para luego matarlo en la suerte contraria con una estocada caída. La concesión excesiva de los dos trofeos es ya papel de debate, pero no tanto como la atropellada vuelta al ruedo que el presidente dio sacando al unísono los pañuelos blancos -de la segunda oreja- y azul de la vuelta.

El reglamento entiende la vuelta al ruedo póstuma como un homenaje a la bravura de los toros. Esta posee un carácter inequívoco en su concesión: la ha de pedir el público, cosa que desde luego no sucedió. ¿Fue Jabatillo un toro bravo? Ostensiblemente manseó en la primera vara, de la que salió por najas tras recostarse en un pitón y acercar su pala al estribo. Se vio corto en un quite de Morante, ofendiéndose en las banderillas hasta el punto de dar vueltas de toro de rodeo para quitárselas, apenas cambiado el tercio al de muerte y citándolo Castella para su archiconocido pase invertido del Celeste imperio. En cuanto Castella cambia el viaje empieza el toro a desarrollar una acometividad, una codicia, una profundidad de tranco que emociona a la plaza. Series de hasta siete muletazos, todos sacados por debajo de la pala del pitón, dan cuenta de un exigente trasteo, incluso con algunos naturales metiendo al toro para adentro, terreno del torero que al animal manso le cuesta tomar.


El anterior es un relato que puede entenderse de dos formas: según la clásica concepción de la bravura, o la posmoderna.

Para la clásica el toro manseó en varas y se dolió en banderillas, desarrollando luego boyantía en la pañosa hasta el punto de presentar una embestida de bastante importancia; eso le da una categoría de manso encastado.
Para la definición posmoderna, que prescinde de los datos de los dos primeros tercios, la bravura es una dimensión creciente cuya manifestación es cierta en Jabatillo, toro que termina embistiendo 60 veces con ejemplar codicia a la tela, incluso dejándose partir en muletazos poderosos y en redondo (que no circulares).
Lo cierto es que para ambas concepciones el toro era exigente y Castella le planteó la lidia correcta, incluidos esos toreros doblones finales que buscaban apaciguar el gas loco que aún tenía el Núñez, rozando el primer aviso.

En mi opinión, habría que considerar algunas preguntas valientes. ¿Hace cuánto vemos a un Núñez que no sea de Rincón partirse los riñones en las varas de auténtica bravura? El preconcepto del encaste frío que rompe en la muleta está muy popularizado hoy día. ¿Pero es cierto? Si es verdad que el Núñez en su genética se ve corto al momento de desarrollar bravura en varas, sería desproporcionado decir que la vacada es incapaz por ello de sacar un toro bravo. Sería como afirmar que el Duque de Veragua jamás sacó a un bravo tampoco, pues sus toros, buenos mozos, destripadores de jacos, luego se aplomaban escandalosamente en la muleta, lo que hoy puede interpretarse como un ir de más a menos.



La pregunta por la diversidad de encastes debe ser al mismo tiempo una que arroje luz sobre la importancia de entender la riqueza de fenotipos, comportamientos y formas de ser del toro bravo según su procedencia. Cierta vez algún insolente ganadero desde un perfil falso le afeaba a los vazqueños el no embestir por abajo como los Domecq (vacada que cría con tan cárnico éxito). La diferenciación de tableros en los fenotipos de ambas sangres le indicaría hasta al menos avezado que es imposible que cuellos distintos embistan igual. Lo mismo debería valer para realidades más profundas, como la genética. Mientras leemos a ganaderos como el de Conde de la Maza o El Torreón diciendo en Twitter que echarían a Jabatillo a las vacas, algunos por intuición nos resistimos a creer que fuera un toro de diana grande. ¿Pero acaso no es esto una negación de la particularidad de cada encaste?

El dilema de Jabatillo requiere horas de hemeroteca para determinar si la bravura Núñez puede manifestarse en varas como lo requiere la exigencia de nuestra afición. En todo caso, el toro que vale es que inicia las tertulias.

Las fotos son de AFP.