lunes, 4 de noviembre de 2013

El veto de Manolete a Pablo Romero: la verdad como condición de la Fiesta.


Me ha parecido interesante citar las palabras de don Jose Luis y Felipe de Pablo Romero al maestro Alfonso Navalón en su imprescindible libro Viaje a los toros del sol. La historia taurina parece decir y no decir lo mismo, cuando sus claves se repiten a lo largo de los tiempos, pero al mismo tiempo constatamos que en efecto hay una decadencia de valores constante. Con la entrada en rigor de la temporada americana, las corridas con las figuras del toreo se me antojan como espacios dejados a la buena mano de nadie, donde la infamia del ganado hace ver a los criadores de bravo como desvergonzados tratantes de carne, lana y mansedumbre. La dureza de lo anterior debe entenderse en función a las palabras de los ganaderos de Pablo Romero: antes que mirar al ganadero, debemos pensar en los veedores de los toreros figuras que se imponen a los ganaderos, y también en la dictadura actual que sufrimos, donde concentrados y minoritarios grupos de poder económico y mediático, dicen qué es el arte, el toro, la faena, y lo que debe entenderse como crónica y crítica taurina. Se ha señalado desde esa posición que aquello salido de tono debe entenderse como terrorismo taurino, y en tal sentido, el espectador que piensa distinto ya no es subversivo a secas, sino talibán. El talibanato, sin embargo, no es nuevo, y es tan antiguo como la historia de la dignidad, pues nunca olvidemos, la historia del talibanato taurino es al mismo tiempo la historia de la lucha por la dignidad de la Fiesta de los Toros.

Don Felipe de Pablo Romero:



Para sentar las bases de la dignidad que la historia le depara a un hierro y una sangre venida hoy a menos, el ganadero de Pablo Romero prefirió apuntillar sus toros antes que dejarse imponer el afeitado por la figura más grande de la época. Si todos los ganaderos de bravo hoy no cedieran un ápice ante las exigencias de tipo, edad, integridad de astas, reatas y hasta orejas móviles, la tauromaquia sería un asunto más respetable, comoquiera que habría menos cosas que lamentar. Si la actitud de Manolete-Camará nos indigna apenas leída, ¿Por qué no nos indigna en mayor medida el abuso cometido por Morante en la Beneficencia de Madrid, y esta semana en Aguascalientes y en La México? ¿Por qué nuestra indignación no hace sentir con fuerza necesaria hasta lograr que todo esto cambie?

Abrió esta publicación la foto del inmortal Joyerito, un toro cuya fuerza simbólica radica en declarar toda la época de la sangre gallardo, que inicia desde su  inusual fundación,  sigue con la gloria de Joselito y Juan Belmonte con 6 de Pablo Romero, pasa por la dignidad ganadera ante el estúpido veto de Manolete y Camará, y termina con la venta del hierro a Partido de Resina y los embates actuales ante una época indiferente a la casta y sus complicaciones. La salida de Joyerito, estruendosa, iluminante, estremecedora, es el canto de otra época:
               
                    
El Fundi y Joyerito de Partido de la Resina (Pablo Romero) en Madrid. Gloria a los toros bravos! from Por Siempre Toreo on Vimeo.

Don Jose Luis de Pablo Romero. Se ruega hacer clic sobre las imágenes para verlas completas:



Estamos en una época donde el sistema es capaz de doblegar hasta a 26.000 espectadores inermes ante la trampa. El verdadero talibanato taurino es el de la imposición de la trampa, la manipulación y la ausencia de mínimos de rigor. ¿Qué hacer? ¿Debe perpetuar el aficionado ese apuntillado simbólico, dejando de asistir a la plaza, y renunciando a la condición de taurino? La anterior es una proposición tentadora, pero precisamente falla por cuanto no va a cambiar la realidad del toreo, sino que va a dejar un campo libre y amplio para la explotación de la mentira. Lo que nos respecta, es ser esos 26.000 aficionados que el domingo que pasó, pitaron y abuchearon en la Plaza México con auténtica furia los novillos impuestos por Morante de la Puebla y el sistema que él representa. Era tal la furia de la plaza, que el Juez devolvió dos novillos que resultaron en los corrales, donde fueron apuntillados. Apuntillados antes que lidiados.