viernes, 2 de agosto de 2013

La gota fría




                           

La curiosa historia es referida por Alberto Salcedo Ramos en su obra La Eterna Parranda. Lo que enmascara una de las más famosas canciones del vallenato en Colombia, es odio. O mejor, la histórica puya entre dos juglares que se jugaban la hegemonía como el intérprete más grande de un género musical tradicional. El vallenato, oriundo de la costa norte de Colombia, es un ritmo musical producto de la montería, el sol, la aridez y la apariencia social. Frente a las ásperas condiciones de vida, el costeño contraponía una visión supremamente exagerada de alegría, para contrastarla; así, lo que un habitante del interior ve como una falsa abundancia de felicidad, en el costeño es su manera de encarar una realidad precaria en los inicios del siglo pasado. Una estrategia para vivir. La extrema ruralidad, la esclavitud social, los desiertos de la Guajira, los interminables campos de ganado, algodón o tabaco y los largos días, todo fue narrado en sesiones de canto eternas, bañadas en litros de alcohol y juerga. La parranda entonces funciona más allá del divertimento, como un nodo social que sirve para equilibrar las tensiones entre precariedad social y el necesario bienestar de la comunidad. De allí salta como ritmo e identidad para empezar a moldear la manera de ser del habitante del norte. Se dejan los temas bucólicos y se inauguran los repertorios del amor. De viejos juglares que riman en décimas y cantan sentados frente a la audiencia inmóvil, se pasa al baile, el fenómeno de masas, las millones de copias vendidas y la mercantilización. El vallenato, se asegura,originalmente no se bailaba. El acordeón, instrumento central del vallenato que fue legado por los marineros en las costas del norte, entonces empieza a sonar en manos sin conocimientos técnicos de la música, y sin embargo, manos capaces de crear música pura.

La gota fría nace entonces con un fondo que remite a la historia de su letra y al género que la contenía. El vallenato, dentro de sus aires o ritmos posibles cuenta con la piqueria, una modalidad de reto, de música, y de enfrentamiento. Dos personas se insultan en eufemismos altamente versificados frente a una audiencia en parranda. Vale la improvisación, esto es, la capacidad de crear en tiempo real rimas con métrica, ajustadas además a una melodía. Un juglar de respeto era aquel que pudiera demostrar que su primitiva forma de músico sin formación, era aún más milagrosa si la música le salía pura en medio de juergas donde flotaba el alcohol y el acordeón diatónico. Entonces tenemos el norte de Colombia a la altura del año 1938; los pueblos son recorridos por dos juglares: Emiliano Zuleta Baquero, y su competidor, Lorenzo Morales. Los pueblos son pobres y estrambóticos, todo chirría de calor y color, a lo que el hombre suma en las noches los agrios tragos del ron . El vallenato entonces también tenía guitarra, pero se ha dejado su uso. Emiliano Zuleta aprendió a tocar en cambio el acordeón sin ningún conocimiento de la técnica musical. Por eso sorprende verlo tocar en el video de La Gota fría: aquella gloriosa frase de la entrada en sus dedos, es alta música de manera innegable; aunque es cierto que la compuso un acordeonero, también lo es que la frase es hecha parafraseando la tonada cantada por Emiliano Zuleta, y que este la interpreta en el video sin haber pasado nunca por un conservatorio.

La rivalidad entre Zuleta y Morales se debía al honor, y a la presión social. Los comentarios de los pobladores de la región atizaban aún más la competencia callada. Una suerte de guerra fría de dos personas que jamás se habían visto la cara, y sobre los que la opinión pública lanzaba una serie de chismes malintencionados tendientes a enfrentarlos aún más. Es inevitable usar la imagen de los gallos de pelea que son enardecidos en las manos de sus dueños poniéndolos a tocarse sin pelear con el gallo rival. Similar cosa debía suceder con los dos juglares, que se odiaban sin saber un porqué, más que el canto del rival. Se conocieron con la sorpresa de reconocer a un triste más en el otro. Un triste habitante sin esplendor, cubierto de polvo y pobreza, y también música. Pero se seguían odiando. Entonces se sucedieron escaramuzas de canciones donde uno insultaba al otro como cobarde, y erraban en pueblos donde el otro no estaba. La leyenda se fue aumentando con el pasar de los versos, entonces tenemos un momento de tensión donde la figura de cada uno no puede ser verificada si antes no derrota a su enemigo; un pequeño drama doméstico en el norte de un país que no conocía al vallenato si no se viajaba.

Un día llega Morales a retar a Zuleta, quien estaba ebrio en una parranda que llevaba días. Contado a través de Emiliano, es como si Morales hubiese elegido precisamente ese momento de indefensión para derrotarlo. Lo inútil del asunto es que establecen un armisticio: mientras uno duerme y se recupera, el otro sigue animando la parranda; entonces Zuleta se levantaría y harían piquerias en igualdad de condiciones. Pero al momento de levantarse de su sueño, luego Morales pretexta que también quiere dormir, y Zuleta asume la animación de la parranda. Al final, no hubo piqueria, sino una larga parranda animada a intervalos por los más grandes juglares de la época. Ambos renuncian así al enfrentamiento, lección que echaría de menos un país que se sumiría 10 años después en un conflicto armado que aún hoy continúa. Luego la parranda termina y no se dirime la disputa, sino que siguen  las habladurías y los piques de versos, un juglar lejos del otro. Es como si ambos sintieran la necesidad de alimentar una ficción que al mismo tiempo los mantiene en boca de todos. Se cuenta que fue un insulto de Morales (hijueputa) el que detonó la embestida final de Zuleta: La gota fría, una gloriosa canción, mejor instrumentada, que narra la burla al enemigo que no tiene la entereza de enfrentarlo, tal como el torero que sufre una espantá y sale disparado a tablas, y se tira de cabeza al callejón. Tal revoltijo de un odio cocinado en las bocas de personas, pero no en el alma del cantante, sin embargo nos lega una pieza conmovedora que cuenta la mentalidad de un país antes de la guerra. Así explica Salcedo Ramos de dónde proviene el uso La gota fría: 

"El título de la canción, explica Zuleta, se debe a una historia que le escuchó a un expresidiario. El hombre había estado recluido en Tunja, Boyacá, dentro de un calabozo que en el piso era caliente y por el techo filtraba una gota helada, interminable, que no mataba de pulmonía sino de tristeza. El cuento del exconvicto causó revuelo en La Guajira, me informa el maestro. El que recibía un castigo, o le iba mal en alguna siembra, o perdía una pelea, era rematado con esa frase lapidaria: le cayó la gota fría."

Años después los dos juglares se reencuentran en la misma plaza donde ocurrió la batalla que nunca fue:                                


Pero años antes, el popular Carlos Vives hizo una versión moderna, con el mérito de incluir gaita en medio de una instrumentación moderna:                                                                                                                                                                                                                                                                                  
                              
Cayó la gota fría...!